Es de esperar que después del agónico pleno del Congreso, donde se aprobó el duro decreto del recorte, el Gobierno haya aprendido la lección. Si al final tiene que regular también por el mismo procedimiento la reforma laboral, ya puede ir haciendo amigos entre el resto de fuerzas parlamentarias.

Oficialmente hay que cumplir los plazos que ellos mismos se han dado. Por tanto, hay que esperar al día nueve, si no cambian otra vez de opinión, fecha en la que darán a conocer a sindicatos y patronal su propuesta. A partir de ese momento, y hasta el dieciséis, tienen una semana para que Zapatero cite oficialmente a Rajoy en la Moncloa e intente convencerle para que apoye una, una sola, de las propuestas que ha exigido la UE y con la que parecía estar de acuerdo.

El líder popular ha dicho que está dispuesto a pactar, le deben escocer todavía las críticas que ha recibido de dirigentes europeos, banqueros y empresarios, por su irresponsable abstención ante el "recorte".

Porque lo que a estas alturas parece un milagro es que los agentes sociales logren un acuerdo, que sería lo más deseable. La patronal, con un presidente desacreditado más pendiente de sus concursos de acreedores que de los futuros contratos de los jóvenes, cree que el Gobierno, obligado por los mercados, va a legislar a su favor, por tanto no da su brazo a torcer. A los sindicatos, que han perdido mucho tiempo en debates semánticos, aferrados a la bandera del "recorte de los derechos", ya solo les queda la amenaza de la huelga general. Pero CCOO y UGT saben, lo dicen en privado, que con cuatro millones y medio de parados, la crisis más feroz que nunca han conocido los que ahora trabajan, y el mundo tambaleándose, no hay clima para huelgas.

Una vez más Zapatero entre la espada y la pared (porque el ministro Corbacho, por culpa del ninguneo del propio Presidente, se ha convertido en un cero a la izquierda). Por un lado, los organismos internacionales y la UE que presionan con fuerza para que se haga una reforma del mercado de trabajo en profundidad; advirtiendo que con esta tasa de desempleo la recuperación económica será lentísima. Por otro, los sindicatos y la izquierda parlamentaria, amenazando con lo que más teme el Gobierno: el fin de la calma social, manifestaciones y huelgas.

¿Va a ser capaz Zapatero de encontrar la tercera vía: un único contrato con indemnización por despido justo, la desaparición de los contratos basura, de todos, y la remisión a las empresas de la negociación de los convenios colectivos?

A lo mejor, dentro de esa amplia nómina de asesores que pululan por Moncloa, hay un iluminado, experto en Derecho del Trabajo, que redacta el texto perfecto. Incluso puede ocurrir que Zapatero le haga caso. Si no...