CORRÍA el año 1959 cuando hice mis primeras incursiones en el mundo del turismo insular. Poco después, impulsado por aquellos viejos próceres del turismo canario, comencé a publicar una página titulada "Turismo" en el desaparecido diario de Santa Cruz de Tenerife La Tarde. En la primera de estas páginas tuve la suerte de poder publicar una entrevista que me concediera D. Isidoro Luz Cárpenter, por aquel entonces presidente del Cabildo Insular de Tenerife.

Nuestra naciente vinculación con el mundo del turismo nos llevaba a visitar todas las tardes nuestro símbolo turístico de aquella época, Puerto de la Cruz, donde éramos popularmente conocidos, relacionándonos con los hombres que llevaban el timón del desarrollo turístico de la ciudad.

Así conocí la obra de D. Isidoro Luz Cárpenter. Decenas de anécdotas y multitud de situaciones fueron intensamente conocidas, y muchas vividas por nosotros, sobre la regia personalidad de este hombre canario, de quien increíblemente sólo se hablaba bien en toda la isla de Tenerife, muy en especial en el Puerto de la Cruz, algo casi inaudito en estas tierras canarias donde lo más popular es hablar mal de cualquiera. Lo decimos con profundos conocimientos del tema.

Para nosotros, actuantes en la historia moderna del turismo de Canarias, Isidoro Luz -D. Isidoro, como se le conocía popularmente- fue el artífice visionario que dio vida al turismo en la ciudad desde su puesto de mando en la Alcaldía del Puerto de la Cruz. Era algo que nadie discutía en aquel entonces, donde el ayuntamiento era un gestor organizado de un desarrollo que llevó a la ciudad a ser considerada una meta del turismo de élite en Europa, cuando apenas comenzaba el turismo de masas, conocido popularmente después por turismo "de sol y playa".

Vivimos intensamente esos años de prosperidad del turismo canario y sabemos perfectamente que la figura de D. Isidoro Luz Cárpenter no ha merecido ni recibido todavía el reconocimiento y los honores debidos en el propio Puerto de la Cruz.

Quizás, ahora como vecino de esta bella maltratada ciudad, no esté de más que propongamos que precisamente la vía de entrada principal de la ciudad sea rebautizada con su nombre propio. Esa vía constreñida que pudo ser algo grande y que se nos quedó "chiquita" debe ostentar el nombre del hombre que fue el pionero que hizo crecer la ciudad hasta los inconcebibles límites que tiene ahora, poniendo las primeras piedras de muchos de sus principales proyectos, los cuales -más tarde- otros ignorantes faltos de una verdadera visión futurista se han encargado de cargárselos, como literalmente se dice. La muestra está ahí.

En esa vía que ahora se intenta remozar no sabemos cómo, deberá estar en un lugar destacado sobre un elevado pedestal -como tal fue su obra- la figura insigne de Isidoro Luz Cárpenter, con una leyenda que ilustre a los miles de visitantes que hoy llegan a la ciudad sobre la obra física e intelectual de este "médico de los pobres", que con su atinada gestión sacó de la miseria a un barrio de pescadores perdido en un rincón de la isla de Tenerife. Es de justicia.

El otro comentario que queremos hacer en este pequeño artículo se refiere a nuestra insistencia a que la mal llamada avenida de Colón -¿cuántas habrá con este nominativo en el mundo hispánico?- sea rebautizada con el nombre de Cándido Luis García Sanjuán. Sobra extendernos en la razón de esta propuesta, ya que la hicimos en un anterior trabajo, y que está basada en la gesta del referido empresario y político tinerfeño, al apostar por el turismo portuense con la construcción del hotel Tenerife Playa, cuando todo era una auténtica quimera en cuanto al turismo insular.

Vivimos aquella época y fuimos testigos de los sinsabores y alegrías de empresarios y funcionarios de todo el conglomerado turístico de Puerto de la Cruz, donde la figura de D. Cándido era una constante cuando se quería conocer cómo venían los tiempos. Eran épocas de riesgos donde lo mismo podía faltarnos el agua que la luz, y donde la visión futurista de este hombre propició más de un gran acontecimiento para toda la isla, muy en especial para Puerto de la Cruz, "la niña bonita" del turismo canario. Del sur de Tenerife ni siquiera se hablaba entonces.

Apunta este comentario a alguna opinión discordante que nos llegara desde Tenerife, a esta Venezuela desde donde escribimos, que parece no estar de acuerdo con nuestros planteamientos basándose en hechos y situaciones que por supuesto ignoramos, dada nuestra humilde procedencia de un estrato social que no nos permitía conocer todas esas interioridades del poder, ni tener las relaciones políticas suficientes, reservadas a las clases más influyentes de aquel entonces.

Nos encontramos ahora ante unos hechos que han llevado a la situación en la cual -ahora sí que conocemos el tema a fondo, ¡cuidado!- Puerto de la Cruz necesita un revulsivo en busca de su prosperidad socio-económica, tal como hemos escrito desde hace mucho tiempo sin que nadie "le entre al trapo". Es más fácil crear una comisión, montar una ONG o inscribirse en los del "no"…

Tratar del tema del reconocimiento público de estas figuras señeras del desarrollo de la ciudad nos parece una obligación en este mundo de confusión en que se nos ha convertido la ciudad, donde aparecen reconocimientos públicos en forma de esculturas en muchos de sus rincones -totalmente adecuados y correctos-, pero donde se hace necesario un reconocimiento a estos próceres acorde con la aportación a su desarrollo, en lo cual sólo habrá que constatar el valor intrínseco de ese aporte, para evaluar el tamaño del pedestal donde deberán ser situados.

Indudablemente, una de las causas más llamativas del deterioro de nuestra imagen turística ha sido, y sigue siéndolo, la pérdida de nuestras señas de identidad. Reconocer y honrar públicamente para conocimiento del mundo entero, a nuestros eminentes valores humanos es, y será siempre, una de las virtudes más esclarecedoras en las cuales podamos apoyarnos para proyectar nuestra cultura, nuestro acervo, nuestra idiosincrasia… Honrar honra.

Puerto de la Cruz: honremos como se merecen a estas dos admirables figuras que han escrito una parte excepcional de la historia de la ciudad: Isidoro Luz Cárpenter y Cándido Luis García Sanjuán.