HUBO un tiempo, no muy lejano, en que yo vivía obsesionado con el mundo de las s en la escritura. No estaba muy seguro de dónde debía colocarlas. Me dieron varios consejos, me recomendaron ciertas publicaciones y tuve que decidirme a comprar la Ortografía de la Lengua Española, editada por todas las academias de habla hispana. Pude darme cuenta de que yo no andaba muy descaminado pese a mis temores. Alguna cosilla había que yo no había captado bien y que era algo muy poco importante. Pero el día que consulté el Panhispánico aprendí no sé cuántos detalles. No era para menos. El diccionario dedicaba al vocablo nada menos que siete columnas en letra pequeñita. Los ejemplos son numerosísimos y fáciles de entender. A mí me llamó mucho la atención este fragmento que copio para ustedes: "Aunque en algunos casos el uso de la en determinado lugar del enunciado puede depender del gusto o de la intención de quien escribe, existen s de presencia obligatoria en un escrito para que este pueda ser correctamente leído e interpretado". Luego comienza el diccionario con sus normas y clarísimos ejemplos, muy aprovechables, por cierto.

A todo cuanto acabo de decir me han llevado dos causas o motivos. Desde San Juan de la Rambla me llama mi amigo Manolo Cayetano, que tiene ahora el mismo problema que yo tuve hace unos años con las dichosas s. Como hablamos por teléfono con cierta frecuencia me pidió consejo porque, según él, yo estoy más versado en estas cosas. Le doy los consejos que yo recibí entonces y… Santas Pascuas. Espero que todo le vaya bien.

Y, sin embargo, amigos -y ésta es la segunda cuestión- hay escritores de primera línea que en esto de las s hacen de su capa un sayo. Las colocan donde se les ocurre o las tiran al cesto de los papeles. Esto último es lo que hace el famoso escritor Ramón J. Sender, un señor a quien yo nunca había leído pero que actualmente absorbe mi tiempo con su publicación "Valle Inclán y la dificultad de la tragedia". Me gusta mucho el libro. En él es tratado don Ramón María a cuerpo de rey, se le ensalza soberanamente, y de su obra "Flor de santidad" se dice que es de lo mejor que se ha escrito en este país en todos los tiempos. No puedo opinar porque no la he leído, pero un tanto exageradilla me parece la opinión del señor Sender porque, entonces, qué hacemos con "Los sueños", "Las Soledades", "Fuenteovejuna", "El condenado por desconfiado", "La vida es sueño", "La Celestina", "Cántico espiritual", "El alcalde de Zalamea", "El castillo interior", "El Buscón"…

Pero yo iba con el asunto de las s; don Ramón J. Sender se permite el lujo de escribir hasta ocho renglones -ocho- sin un solo signo de puntuación. Mientras escribo, voy a abrir el libro al azar, por donde se me ocurra. Lo hago. Estoy en la página 87. Y leo para ustedes: "En la segunda mitad de su vida Valle Inclán que como cualquiera tenía que optar entre lo castrense o lo colonial se incorpora a la serie del Ruedo Ibérico a la befa y al escarnio contra lo que había de negativo decadente y execrable en la vieja sociedad". Ya lo ven: ni una sola donde yo hubiera colocado cuatro. ¿Esnobismo o estilo personal?

Algo parecido me ocurrió hace tiempo con la silepsis. Yo, pobre de mí, siempre hice concordar plurales con plurales, y femeninos con femeninos. Pero muchos escritores famosos se saltan estas reglas a la torera -será por eso, por ser famosos- y van a su aire. Puedo decir que siempre escribí y dije: "El rebaño de ovejas vadeó el río", en lugar de vadearon. Don Camilo José Cela, sin embargo, escribió en "Viaje a la Alcarria" esta frase: "La pareja de guardias se sentaron en el banco del parque". Yo hubiera escrito se sentó; pero yo soy yo, y don Camilo fue don Camilo. Me parece que esto lo conté ya un día, pero no está mal repetirlo por si sirve de algo. Lo cierto es que todo esto vale. (Lo del Nobel, quiero decir) porque hay una licencia o adorno o fenómeno literario llamado silepsis, que lo permite. Particularmente, nunca hice caso de doña Silepsis; me parecía una señora que, lejos de ayudar, cometía una intromisión innecesaria. Pero ahí está. Para quien la quiera.