1.- Un imbécil de Las Palmas que trabajó en televisión y tiene la voz como el pedo de un gorila se ha metido el otro día conmigo. La verdad es que, leyendo su artículo, si es que a aquello puede llamarse artículo, no me entero bien de lo que quiere decir. Pero, en síntesis, con sus líneas guturales creo que pretende advertir al mundo de que no está de acuerdo con mi manera de practicar el periodismo. La verdad es que mis dos carreras de periodismo y mi doctorado en la Complutense pueden ser la base suficiente para que yo sea un buen periodista, pero amigos míos que sí lo son, y que lo han acreditado posiblemente más que yo (aunque tengo que reconocer que yo también lo he acreditado y mucho), me dicen que lo mejor contra estos individuos, zotes inmisericordes, es ignorarlos. Pero, claro, los mariconzones de la isla de San Borondón, mariquitas más que mariconzones, se han apresurado a divulgar el bodrio del de la voz como el pedo de un gorila, que creo que se llama , o algo así, porque a todas estas yo no creo conocerlo.

2.- Si yo hago una defensa de una persona, como es el director de este periódico, es porque me da la gana. Él nunca me lo ha pedido. Yo me siento muy cómodo como columnista de este diario y, además, PepeRodríguez tiene la deferencia de colocarme junto al editorial; es como si coges un avión y te sientan en preferente. Que ELDÍA es un avión lo dicen las estadísticas de prensa y que yo viajo en bussiness es una constatación diaria. Así que no sé por qué este tipo viene ahora a ponerme más de moda cuando lo que yo quiero es que me dejen en paz. En este país de mediocres, el perro chico ladrador quiere morderle la pata al perro grande y tranquilo. No falla. Y ese perro chico sólo tiene de atroz el ladrido.

3.- Lo que yo sí hago siempre es mojarme. Cuando dirigí La Gaceta me metí en una piscina, vestido, para hacer un anuncio que todavía la gente recuerda: "Porque en La Gaceta nos mojamos", venía a decir. Yo siempre me mojo, tengo ese defecto. Igual que Pepe Rodríguez -y esto me consta-, no le temo a nada. No le temo ni siquiera a la muerte. Es decir, que disfruto de una paz tan sólida y de una posición tan cómoda en este momento que puedo hacer lo que me dé la gana sin nadie que me toque la campanilla al lado. Y apoyar a mis amigos, que es lo que he hecho siempre. Y cambiar diez veces de opinión al día, si creo que los hechos y las personas también cambian. Estoy harto de imbéciles forrados de lo mismo.

achaves@radioranilla.com