TODOS los que, como yo, han completado la Licenciatura de Derecho en la Universidad de La Laguna coincidirán en resaltar el prestigio incuestionable de don Benito Reverón Palenzuela, cuya pérdida lamentamos el pasado 27 de marzo a la temprana edad de 46 años. Permitan que hoy dedique estas líneas a recordar la figura de quien durante dos décadas contribuyó a formar a generaciones de abogados de las Islas.

Benito Reverón, ex decano de la Facultad de Derecho de La Laguna, profesor titular de Derecho Procesal y magistrado de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife, deja un incuestionable legado tras de sí a pesar de su juventud. Su obra nos acerca de forma didáctica y fácilmente comprensible a la forma en que se articula el principio de unidad jurisdiccional en España y el papel que desempeñan los Tribunales Superiores de Justicia, culminación de nuestra organización judicial.

Paseador nato, apasionado de la buena música y el cine, podríamos decir que la suya era una vocación universitaria de las que ya no quedan, pues comprendía y sentía la profesión de docente, y desde su conocido sentido del humor aportaba a sus alumnos y compañeros su visión global de lo que ha de ser un jurista.

Tuve la inmensa fortuna de coincidir con él no sólo durante mi etapa como estudiante, justo al final de la carrera, sino también en el periodo en que fui becaria del Departamento de Derecho Procesal, en el que completé buena parte de mi formación. Precisamente muchas de las más interesantes experiencias de mi vida ocurrieron durante aquellos años, que ahora recuerdo con especial cariño.

Porque me siento profundamente orgullosa de esas vivencias, apenas unas pinceladas en el curso de la creciente historia de nuestra Universidad de La Laguna, valoro muy especialmente el papel de esta institución en Tenerife y en Canarias. La comunidad universitaria juega un rol decisivo para comprender la evolución de la sociedad isleña, y de la manera en que interactúe con los ciudadanos dependerá nuestro devenir.

Mucho ha evolucionado Canarias desde aquel lejano 11 de marzo de 1792, en que Carlos IV ordenase la creación de una universidad literaria en San Cristóbal de La Laguna, que desde 1701 ya acogía actividad académica tras los muros del convento de San Agustín. Ni la ciudad ni las siete Islas podrían comprenderse sin su aportación.

Ahora que nos hallamos inmersos en el Proceso de Bolonia, que va a producir cambios más que sustanciales que han de contribuir a generar la llamada sociedad del conocimiento, se plantea como un reto para nuestro Archipiélago -más que para ningún otro lugar de Europa- superar los obstáculos que dificultan la movilidad de estudiantes, profesores e investigadores y del propio personal de administración y servicios.

Precisamente en su etapa como decano de la Facultad de Derecho, Benito Reverón fue consciente de la importancia de esta interacción, e impulsó vías estables de comunicación entre la Universidad y su entorno más cercano, favoreciendo la formación práctica de los estudiantes, la implantación de las nuevas tecnologías y la colaboración con instituciones públicas y privadas.

Es preciso fortalecer la vida académica, su organización y la formación continua de quienes la integran, puesto que la Universidad permite canalizar vocaciones e incorporar los avances que se generan en los diferentes campos del saber. Así lo supo ver Benito, a quien se podía ver con frecuencia en el Parlamento de Canarias o la Audiencia Provincial junto a grupos de estudiantes de Derecho, a quienes inculcaba en la práctica la importancia de respetar y hacer valer la ley.

La comunidad universitaria ha de relacionarse con el sector productivo, ha de ser emprendedora y tener vocación internacional, vincularse con todas las capas sociales, que necesitan de su labor investigadora, y encuentran en ella las mejores fórmulas para solucionar sus problemas.

Centrados como estamos en preservar los derechos básicos del ciudadano ante la grave crisis que atravesamos -que a ninguno se nos escapa que han de ser los primeros en ser garantizados-, corremos el riesgo de que la Universidad, eje fundamental de nuestra sociedad, quede al margen de esta evolución.

Llevados por esta necesidad, es necesario que promovamos un gran pacto que implique a todos los partidos políticos y a los agentes sociales y económicos con la comunidad universitaria. En el caso concreto de Canarias, este acuerdo sobre el futuro de los centros de La Laguna y de Las Palmas de Gran Canaria se nos antoja indispensable.

Por ello, la Universidad ha de disponer de los recursos necesarios para poder operar las funciones que le son propias, para adaptarse al devenir de los tiempos con el rigor y la excelencia que requiere un mundo cada vez más globalizado y competitivo.

Nuestros profesores y alumnos tienen que poder contar con un marco estable de financiación que incorpore fondos estatales y autonómicos, y que se nutra necesariamente de la empresa, de la iniciativa privada, que no ha de vivir de espaldas a una de las instituciones que más y mejor contribuye a nuestra sociedad.

Como en su día supo trasladarnos Benito Reverón, bueno será que dignifiquemos entre todos el papel de la comunidad universitaria, que tomemos conciencia de la importancia de contar con los mejores juristas, pero también con los más preparados aparejadores, médicos o ingenieros.

En este contexto, Canarias, un Archipiélago tan alejado de los grandes centros de decisión, pero que tiene tanto que aportar a los tres continentes con los que se relaciona directamente, tiene la oportunidad de aprovechar el capital humano e investigador y la fortaleza que supone contar con dos Universidades.

Participo de esa convicción. Creo, al igual que él, que la Universidad no debe edificarse sobre muros y barreras infranqueables que la separen del mundo que la rodea, sino sobre el diálogo y la participación.

Algún prestigioso economista de nuestro país dijo con el mejor de los criterios que el buen funcionamiento de la economía depende de que contemos con el marco jurídico apropiado, pues es el pilar básico para generar confianza dentro de las relaciones comerciales. Por ese respeto a la norma y su correcta aplicación trabajó Benito Reverón desde la Facultad de Derecho y los Tribunales de Justicia.

Sé que ya estás en un lugar muy grande. Estoy segura de que todos los que fuimos tus alumnos, aquellos a quienes supiste inculcar tu pasión por el mérito del esfuerzo y la dedicación, no olvidaremos a nuestro gran profesor y le estaremos eternamente agradecidos.

Gracias por todo, Benito.

de La Laguna