1.- Definitivamente, nos hemos quedado atrás en Canarias. Hemos perdido nuestra mundología, nuestro carácter abierto. Nos hemos ido cerrando la mente poco a poco. Incluso estéticamente -y me refiero a nuestro entorno- permanecemos en la mitad del XX. ¿Por qué, si no, esas pintadas, todas las islas pintadas, con edificios preciosos enguarrados, paradas de guaguas destruidas, coches con las antenas quebradas por el vandalismo, cuando no rayados impunemente con una llave, por el mero hecho de hacer daño? Prueben a dejar una moto en la calle y vayan a buscarla al día siguiente. Pulula por ahí una suerte de ladrones y desguazadores que desmontan tu propiedad en una hora. De las Islas se ha apoderado la envidia, que puede disfrazarse de ecologista o de denunciante profesional, pero es la envidia la que triunfa. El otro día, en Antena 3 Canarias, vi el reportaje sobre un agotador día de trabajo del presidente, , a quien no veo desde hace mucho. Me gustó ese reportaje y me gustó su esfuerzo, su llegada a la política desde la nada, su humildad. Me gustaron sus palabras sencillas para gente sencilla. Pero, ¿sirve de algo?

2.- ¿Dónde fallamos, en la familia, en el colegio, en la universidad, dónde? ¿Por qué se ha creado esa legión de jóvenes sin bandera, sin ideas, sin perspectivas de futuro, sin interés por algo, pegados día y noche a un ordenador que no les aporta absolutamente nada y enfermos de redes sociales? ¿Qué les espera y qué nos espera? ¿Cómo podemos curarlos? Cada día -y lo digo con el corazón- aumenta mi escepticismo y mi pena. Hemos perdido el norte y también estamos perdiendo a la juventud. Veo, en otros países unos jóvenes con inquietudes y con ideales. ¿Dónde están los nuestros? Yo sé que existen excepciones y que junto a la legión de vagos hay otra legión de jóvenes con valores; pero cada vez son menos y tengo miedo.

3.- Estamos, incluso, rechazando todo lo que viene de fuera. Rechazamos proyectos de los mejores arquitectos; el chauvinismo ramplón nos está comiendo. Pensamos que tenemos lo menor cuando somos el producto de unas islas pequeñitas, cada vez más retrasadas en la ciencia, en el humanismo, en su lucha por la supervivencia. Cuando sale un canario con valores, cualesquiera que sean, se lanzan los demás a comérselo. Se sospecha de todo el mundo, se intenta derribar a quien destaca. Cómo hemos cambiado, Dios mío, empezando por nuestra inútil juventud y terminando por los que mandan con el cetro de la envidia y la insidia.