UNA GRATA NOTICIA, en medio de este panorama de crisis que no cesa, es la ampliación, prácticamente a todo el año 2010, de la campaña de cruceros de turismo en el puerto de Santa Cruz de Tenerife. Así se lo comunicaron miembros de la empresa Ibercruceros a una comisión del puerto santacrucero, encabezada por el presidente de la Autoridad Portuaria, don Pedro Rodríguez Zaragoza, en Miami. Los dirigentes de Ibercruceros confirmaron la elección de Santa Cruz como escala de su trasatlántico "Grand Voyager" en los viajes programados para los meses comprendidos entre mayo y septiembre, donde se prevén 23 escalas de otros tantos viajes con puerto de origen en Vigo.

Comenzaré este ladrillo con unas cuantas puntualizaciones. Yo no sé a quién "carallo", que dicen los gallegos, se le ha ocurrido llamar "cruceros" a los barcos que realizan los antes llamados viajes de placer, porque realmente lo eran, casi siempre en lujosos barcos. Había algunas excepciones en que los barcos no eran precisamente de alto "standing", que dicen los finolis. Y, precisamente, a un servidor, que entonces tenía a su cargo la sección El Puerto es lo Primero de este periódico, que llevó durante 25 años.

La excepción, o una de las excepciones, era una naviera alemana que tenía un barco llamado "Regina Maris", que, en comparación con los "liners" turísticos, era una "falúa del práctico". Y en esa "cáscara de nuez" me embarqué, con mi mujer y mi hija, entonces con cinco o seis años, en un viaje con escalas en Casablanca, Cádiz y Funchal.

Hubo mareos a bordo, aunque un servidor, como gomero que es, con viajes en bote o embarcaciones chicas a los pueblos de mi isla y en el paso de la "traviesa", que llamaban los gomeros a la movida travesía entre la Villa de San Sebastián y la Punta de la Rasca, no marea, pero valía la pena por las cosas bellas e interesantes de Marruecos, país que ya conocía por mis prácticas de oficial de la Milicia Universitaria y sobre todo, por las muchas bellezas de Madeira, pero, en el viaje, a veces, me vino a la memoria una travesía de doce horas que hice en el legendario "Sancho II", entre Santa Cruz y Playa Santiago, en La Gomera, donde se mareó hasta la tripulación.

Pero vuelvo al tema. Lo de llamar "crucero" a un viaje turístico o al barco que hace el viaje confunde a la gente, porque un "crucero" es un barco de guerra de ciertas características, como lo es un acorazado, una fragata o un cañonero. Pero, dejando aparte estos detalles que ni van ni vienen, quiero insistir en la importancia de las escalas turísticas en Tenerife para la economía y, naturalmente, para la fama como centro de atracción de visitantes de toda la isla. Esta faceta, digamos, en el aprovechamiento y la explotación, bien entendida, de las actividades que propicia el turismo es la que habría que potenciar sin pérdida de tiempo. Mañana es tarde y habría que empezar a trabajar hoy mismo, vista la grave decadencia que está experimentando el Puerto de la Cruz, como he comentado días pasados en esta columna.

Y La Gomera y La Palma y otras islas de las llamadas, impropiamente, menores, ¿no pueden sacar tajada, dicho a lo antifinolis, de esta afluencia casi masiva de forasteros que nos están visitando y que anuncian nuevas visitas? ¿Y sectores como el taxi? ¿Todo va a ser para las agencias de viajes?