POR SI ALGUIEN albergaba alguna duda sobre lo que son los partidos políticos, o sobre su forma de comportarse, el debate sobre el cementerio nuclear está aclarando las cosas. Ahí tenemos a un PP, como se ha dicho muchas veces estos días, negándose a que se construya en municipios ubicados, a su vez, en comunidades autónomas donde algunos de sus dirigentes tienen intereses electorales. Ahí tenemos igualmente a todo un Montilla -cordobés de nacimiento, catalán de adopción y charnego convencido, dicho sea sin tono despectivo- negándose a lo mismo por idénticos motivos. Sobra recordar, porque eso también se ha dicho varias veces, que José Montilla fue uno de los impulsores de la idea del almacén temporal cuando era ministro de Industria. Hay que ver cómo cambian algunos y sus ideas según sople el viento.

No sé si por suerte o por desgracia -habida cuenta de que cada día surge un nuevo candidato para albergarlo, el asunto no debe ser tan malo o, subsidiariamente, debe estar muy bien compensado-, el ATC queda un tanto lejos de este Archipiélago. Las cuitas de estas Islas son otras. El paro, desde luego que sí, las malas perspectivas para los próximos meses, desde luego que también y, por qué no, el Plan Canarias. Más bien el incumplimiento por parte del Gobierno de Zapatero del Plan Canarias.

Cualquiera medianamente serio que se ponga a pensar con sensatez -medio minuto de sentido común es lo único exigido- sobre dicho plan, caería en la cuenta de que es imposible de cumplir. Imposible tanto con las actuales cuentas del Estado, como con las previsibles durante los próximos tres o cuatro años. ¿Sabía esto CC el día que apoyó los presupuestos de Zapatero? Apoyo, dicho sea de paso, que acaba de criticar en Tenerife Soraya Sáenz de Santamaría, portavoz del PP en el Congreso de los Diputados. Sáenz de Santamaría no entiende el "seguidismo" -yo diría servilismo, pero dejémoslo en seguidismo- de CC con Zapatero, pese a que este partido gobierna junto al PP en las Islas. Gobierna y es blanco día sí, día también, de los más feroces ataques de los delegados del talante por estos alrededores. Ni lo entiende la portavoz popular, ni lo entiendo yo, ni lo entiende mucha gente, aunque la conducta de Ana Oramas y José Luis Perestelo tiene una explicación coherente.

Al menos se les puede reconocer a los diputados de CC en Madrid una pizca de vergüenza torera. Estamos viendo que para los partidos lo importante no es un debate objetivo sobre la conveniencia, o no, de una determinada instalación nuclear, sino enhebrar estrategias que les den votos para que sus políticos a sueldo continúen siendo eso: diputados profesionales, alcaldes profesionales, etcétera. ¿Qué pueden hacer dos diputados nacionalistas en Madrid frente a otros 348 escaños de los demás partidos? Esencialmente nada, salvo recoger las migajas que caen de la mesa de los grandes. No obstante, y en aras a esa citada vergüenza de torero y para que no se diga tanto como se dice de ellos, de vez en cuando nos venden motos sin ruedas como el Plan Canarias: una enorme consecuencia -otra cosa no se ha visto- del apoyo de Oramas y Perestelo a Zapatero. Sobre el papel queda muy bien; desde luego que sí. Lo malo es cuando intentamos arrancar el invento y hacer que camine.