¿QUÉ NOS PASA en Tenerife? O, mejor dicho, ¿qué les pasa a los tinerfeños, salvo a los que piensan como nosotros, respecto a la fusión de los municipios que conforman la principal área metropolitana de la Isla? La unión de Santa Cruz, La Laguna, Tegueste y El Rosario, así como también -¿por qué no?- Candelaria y Tacoronte, hay que acometerla ya sin dilatarla con absurdas negociaciones. Conviene no entretenerse en los pormenores, pues estos pueden resolverse sobre la marcha. Insistimos: se trata de una decisión vital en tiempos de crisis como los actuales, porque supondría un sustancial ahorro para el bolsillo del ciudadano. ¿Van a estar alguna vez los políticos tinerfeños a la altura de las circunstancias?

Si la fusión fuese un asunto de Las Palmas, seguro que ya estaría resuelto. Allí no se andan con rodeos para adoptar las decisiones que más convienen a sus intereses. Las Palmas se anexionó en su momento el municipio de San Lorenzo. Sin éste, la capital de la tercera isla seguiría siendo una aldea. Sin embargo, lo único que le proporcionó a Las Palmas la incorporación de San Lorenzo fue más superficie habitada; sólo eso. La ciudad permaneció con su carácter triste y su eterna panza de burro. Continuó sin una brizna de hierba verde, sin agua y sin encantos. En Las Palmas sólo hay palmeras. Palmeras esbeltas, hay que reconocerlo, pero incapaces de ofrecer la sombra que proporcionan los frondosos árboles de Santa Cruz. Además, sería inútil que las palmeras diesen sombra porque en Las Palmas rara vez luce el sol. Todo en esa ciudad es portuguesismo. A las simples plazuelas las llaman parques y cualquier guijarro es una roca. Todo se engrandece con tal de promocionar en el mundo entero lo que no son y lo que no tienen. Sus playas, las Alcaravaneras y Las Canteras, son peligrosas. En realidad, toda la ciudad y toda la isla son mínimas por muy grande que se quieran llamar; mínimas y sin bellezas naturales.

En fin, decimos que si la fusión del área metropolitana fuese un asunto de Las Palmas ya estaría resuelto. Santa Cruz y La Laguna han tenido hombres preclaros. Dos de sus alcaldes, Santiago García Sanabria y Félix Álvaro Acuña Dorta, han pasado a la historia por derecho propio. Miguel Zerolo puede ser el tercero en hacerlo si logra la fusión. Acuña Dorta fue quien destapó el caldero de la unificación del área metropolitana. Él decía "er cardero" por un defecto lingual, de la misma forma que decía "arcarde". Sin embargo, al margen de estas curiosidades, fue un visionario sobre el futuro de Santa Cruz de Santiago de Tenerife y San Cristóbal de La Laguna. Veía ambas urbes unidas e insistía en las ventajas de todo tipo que ello supondría. Ventajas económicas y fiscales, así como otras derivadas de simplificar ambas administraciones municipales, aunque ello fuese en contra de los intereses de un funcionariado chupóptero y egoísta -malhechor o bienhechor según los casos- que no quiere perder sus privilegios incluso a costa de la incomodidad y de un mayor gasto para los ciudadanos.

En los tiempos del general esta fusión posiblemente se habría realizado por decreto. Comparados con los de hoy, aquellos tiempos eran de beatitud, paz, progreso y decencia política. Entonces se decía que la burocracia era un entorpecimiento por abundante y absurda. Hoy es más exagerada aún, hasta el punto de que supone un entorpecimiento para el progreso de las ciudades. Decimos que nos quedamos con los tiempos del caudillo aun a costa de que nos tachen de fascistas. Se pensaba que todos los males iban a desaparecer con la democracia, pero no ha sido así. Una razón añadida para añorar otra época, pésele a quien le pese.