En la revista Juventud Canaria nº 33 figura un artículo de don Miguel A. Gutiérrez sobre el cineasta pionero en Canarias don Miguel Brito Rodríguez. Primero, me gustaría felicitar al autor del mismo por elegir la vida de Miguel Brito entre los canarios que han hecho historia, ya que fue un referente para la cultura canaria en muchos aspectos, y sobre todo en cine y fotografía. Y al mismo tiempo quisiera hacerle unas puntualizaciones sobre lo publicado: Miguel Brito tenía varios aparatos de proyección, pero el que trajo de Cuba fue el Lumiére con el cual realizó la primera proyección, el 13 de febrero de 1898, en los bajos del Círculo Mercantil, y días más tarde, el 19 de marzo del mismo año, lo hace en el teatro Guimerá, ambos en Santa Cruz de Tenerife, inaugurando la luz eléctrica en el hall de dicho coliseum. La instalación la realizó el ayuntamiento, haciendo caso a su petición para tal fin.

Fue el fundador del cine La Paz (1928-1929), ya que él proyectaba y Ramón Baudet le acompañaba al piano, pues, lógicamente las películas eran mudas. Pasados unos años, regresa a La Palma y deja el cine a Baudet, que se convertiría en empresario, y años después vuelve al cine La Paz como operador; también lo hace en el cine Parque Recreativo, etc. Eran los años cincuenta y ya vivía en la Rambla de Pulido junto a su esposa, Blanca Rosa Padilla Cabrera (no Ana como Vd. dice), en la casa propiedad de sus suegros. Tampoco es cierto que trabajara en un estanco, sino que dicho negocio estaba en el zaguán de dicha vivienda alquilado por su suegro, D. Juan Padilla, a Dña. Fuencisla y don Emilio (Rambla de Pulido, nº 75).

Miguel Brito Rodríguez fue actor de teatro, tramoyista, grabador, fotógrafo, cineasta, educador, poeta, escritor y un largo etcétera.

Tuve la suerte de ser vecino suyo en la Rambla de Pulido y que me enseñara a leer, escribir, poesía, cine y fotografía.

En Santa Cruz de Tenerife tiene una calle con su nombre junto al parque de La Granja, ya que en esta ciudad vivió la mayor parte de su vida, pero echamos en falta que su isla natal, La Palma, le rinda el homenaje que se merece, puesto que no solamente allí nació, sino que allí también realizó un constante depósito de su saber, de su patrimonio cultural y material. Gracias por recordar a este canario cuya vida fue una constante aportación a nuestra cultura.

Isauro L. Abreu García-Panasco

La larga tragedia de Haití

Años 50 del siglo pasado. A la salida de La Guaira (Venezuela), el capitán marcó el rumbo -teniendo en cuenta la gran corriente del Golfo de México- que nos llevaría a avistar la costa sur occidental de La Hispaniola y el faro que enfilaba la entrada al estrecho de Jamaica. En una noche cerrada, donde las estrellas brillaban por su ausencia, un golpe a proa nos sorprendió a todos. Acostumbrada la vista a la oscuridad, se distinguían algunas palmeras por la amura de estribor. Estábamos varados, con daños en el casco y el "desembarco" en el lugar menos deseado: Cayo Tiburón, en la siempre desgraciada Haití. Rica durante la colonización francesa, caña de azúcar, café, hasta que una sublevación de esclavos (1795) y su proclamación de independencia en 1804 -J.J. Dessatines se autoproclama emperador- inicia su marcha aún presente hacia la miseria y desgracias de todo tipo.

El último gran terremoto en Puerto Príncipe, que lamentamos, ha herido de muerte a un país de 8 millones de habitantes -con una extensión menor que la de Extremadura-, carente de Estado y de futuro. Los naturales vinieron como esclavos de Dahomey, hoy Benin. De ahí proceden el vudú y los zombies o muertos vivientes.

Colón, que la descubrió en 1492, no pudo imaginar la tragedia futura de sus pobladores occidentales. Papa Duvalier y su hijo Baby Doc, dictadores siniestros, sucedieron a la pacificación y orden de los marines norteamericanos (1934-1957). Ahora se encuentran nuevamente allí. ¿Hasta cuándo? La Venezuela revolucionaria de Chávez impedirá que se marchen. Afortunadamente para los haitianos.

José Luis Montesinos Sánchez-Real