HAY COSAS realmente incomprensibles en esta isla nuestra, dejada, en materia de protección del Patrimonio Histórico y Monumental, de la mano de Dios. Por caso, este periódico publicó en su número del martes último que el conocido Castillo de San Joaquín, situado en La Cuesta, justo donde el término municipal de La Laguna limita con el de Santa Cruz, está prácticamente en ruinas. En manos actualmente de propiedad privada, esta fortaleza fue edificada en el siglo XVIII, aunque ha sido reformada en diferentes ocasiones, pero manteniendo siempre la misma planta y conservando muchos elementos arquitectónicos de su primitiva construcción. Posee el castillo la calificación de Bien de Interés Cultural, que, teórica y legalmente, obliga a que debe ser protegida íntegramente y respetada su estructura. Sin embargo, ocurre que ni lo uno ni lo otro. A lo largo de los seis siglos que tiene la existencia, el castillo, a propuesta del famoso ingeniero militar Eduardo Torriani, que tiene castillos en Garachico, San Sebastián de La Gomera, ya en ruinas, y en otros lugares de las Islas, fue fortificado. Más tarde, fue equipado con una plataforma artillera. En 1780, bajo la dirección del ingeniero Andrés Amat, se dotó a la fortaleza de cuatro nuevas piezas de artillería, y en 1789 se acondicionó el edificio para albergar un polvorín. Se instaló en el castillo, en 1899, el Cuerpo Colombófilo Militar y en 1913 pasó a convertirse en almacén de las Escuelas Prácticas de la Comandancia de Ingenieros. En 1930 se instala un taller del Cuerpo de Ingenieros y en 1944 pasa a ser prisión militar.

Fue en años posteriores cuando conocí el castillo con ocasión de las visitas que hacía a un teniente amigo mío que pasó un arresto en aquellas instalaciones. Entonces, por primera vez, repito, fue cuando estuve y vi, por dentro, el Castillo de San Joaquín, desde cuyas terrazas se percibían magníficas vistas de Santa Cruz y parte de La Cuesta y de Taco, y me pregunté por qué aquel bien situado y, entonces, conservado castillo no se abría al uso público como curioso monumento histórico.

Fue una pregunta en la misma línea de cómo se entregó esa preciosa y bien situada fortaleza al uso privado en 1991 y no se constituyó en museo para atraer la visita y despertar la admiración de residentes y de turistas, que encontrarían en el castillo algo verdaderamente distinto a todo lo demás. Lo que sí se ha permitido es un lamentable abandono total de la fortaleza, que ha permitido la afluencia de "okupas", gamberros y verdaderos vándalos, a quienes nadie les prohíbe hasta destrozar los pocos vestigios realmente valiosos que conserva aún la fortaleza, la cual, recuerdo, emergía bellamente en el panorama cuando se iba o se volvía de La Laguna por la antigua carretera. Si de este modo demuestran las administraciones responsables el interés y el cuidado por la conservación de todo un Bien de Interés Cultural, me dirán ustedes qué harán para conservar todo lo que, siendo valioso, no tenga una calificación supuestamente protectora.