La televisión basura llegó de la mano de Gran Hermano, un inicuo "reality show" donde una tropa de participantes coexisten en una mansión, incomunicados y con filmadoras observándolos las 24 horas del día; intentarán eclipsar las destituciones que la audiencia sentencie y así lograr la recompensa final. El programa televisivo fue fundado por el neerlandés John de Mol. El prototipo de Gran Hermano apareció en 1997 durante una reunión brainstorm en la productora del holandés. Fue transmitido por primera vez en Holanda, siendo más tarde adaptado en mas de 70 países. Ha llegado la soez y vejatoria televisión basura.

La cruda morbosidad se ha convertido en el pilar de muchos programas. Son contenidos banales y ordinarios que están en la frontera de lo éticamente permisible. La telebasura es un problema más grave que el terrorismo y las drogas, ya que destruyen la vida trascendente del ser humano. Es en la televisión basura donde se busca el crecimiento de la audiencia a través de la provocación directa de los instintos, las pasiones y los sentimientos del telespectador.

Es necesario poner todos los medios para arrancar esta epidemia de vulgaridad y erotismo que nos inunda y que degrada a las personas. Si no se visionara ningún programa de televisión basura, perderían audiencia y tendrían que eliminar estos programas. Se debe diseñar una televisión más abierta, más libre y, sobre todo, realizarla desde la pluralidad y la diversidad, ya que es una ventana abierta al mundo desde las distintas perspectivas que animan sus correspondientes proyectos informativos. Es necesario excluir de las parrillas estas series que degradan a la persona. No podemos consentir que se produzca la aseveración de Lope de Vega: "Si el vulgo es necio, es justo hablarle en necio para darle gusto".

Clemente Ferrer

(Presidente del Instituto Europeo de Márketing)

Hoy todo vale

A pesar de que uno ya está curado de espanto, por los años y por los fantasmas diarios que quieren llamar nuestra atención, esto no quiere decir que la lógica haya perdido su sensibilidad y no sepa distinguir los colores del arco iris.

Quiero referirme a las manifestaciones de ciertos personajes políticos y religiosos de nuestro país. Comenzaré por la desafortunada comparación, por ponerle un epíteto suave, que hizo el obispo Munilla con la catástrofe de Haití. ¿Este señor no vive en esta Tierra ni siente las tragedias de los seres humanos? Debe de estar en un hiperuranio ideológico que le impide ver la realidad de las cosas, es la única forma de enterder sus manifestaciones. Ni real ni teológicamente, como él se quiso excusar después, tienen sentido sus palabras. La Edad Media queda ya muy lejana. La segunda perla que quiero comentar se la debemos a Leire Pajín. Hablando de la ayuda que España iba a hacer a Haití, con ocasión de su destructor terremoto, no perdió la ocasión para alabar y hacer propaganda de su jefe de filas. Aprovechar una ocasión como ésta para hacer política rastrera de partido me parece de una indignidad intolerable y dice muy a las claras qué clase de persona es la que aprovecha una tragedia de esta índole para obtener rentabilidad política.

La tercera florecilla se la debemos al Sr. Rubalcaba, maestro en decir medias verdades. Refiriéndose a la disminución de la emigración ilegal, daba dos razones como causantes de esta desaceleración migratoria: la primera, la labor de los Cuerpos de Seguridad del Estado; y la segunda, la cooperación con otros países. Sr. ministro, creo que la razón primera y principal se la ha callado Vd., no porque la desconozca, sino porque no deja nada bien parado a su Gobierno.

La principal razón no es otra que el enorme paro que padecemos. ¿A qué vienen los emigrantes, a pasear por nuestas ciudades? La información hay que darla con veracidad, aunque a veces no sea muy grato el hacerlo.

Juan Rosales Jurado