EL ARTÍCULO "Azúcar amargo", que firma en el número del domingo último de este periódico nuestro asiduo colaborador y muy querido y admirado amigo Wladimiro Rodríguez Brito, además de ser un magnífico trabajo periodístico, es toda una lección y, si me apuran, hasta una tesis doctoral sobre Haití, el país caribeño que ha sufrido, hace poco más de una semana, uno de los terremotos más desoladores y trágicos de la Historia, con cientos de miles de muertos y daños que parecen irreparables, aunque el mundo entero ha reaccionado ante esta catástrofe ofreciendo, desde el primer momento, toda la ayuda posible.

El seísmo alcanzó los seis grados en la escala de Richter, superando a otros fenómenos conocidos como el tsunami relativamente reciente y el que sufrió una parte de la península italiana. Para los europeos y, en especial, para los españoles, Haití es una tierra que descubrimos y empezamos a colonizar y ojalá, en vez de los ocho años que gobernó esa parte del mundo nuevo Cristóbal Colón, el descubridor, hubiera estado en ella más tiempo y le hubiera dado una estructura más acorde con el mundo civilizado de entonces, que no estaba, precisamente, en América.

Lo que hoy es Haití forma parte de la isla que se llamó La Española, primera tierra del Nuevo Continente que pisó Colón en su viaje del Descubrimiento, que emprendió en el puerto de San Sebastián de La Gomera el 6 de septiembre de 1492. Es seguro que esa tierra en forma de isla que luego ha sido Haití y la República Dominicana se haya bautizado con agua del pozo de la Aguada gomero, que cargó Colón en sus carabelas para "bautizar" América con ella, como reza en el cartel que consta junto al pozo de la Villa de San Sebastián. Es lógico que, de los españoles, los canarios y, en especial, los gomeros, nos sintamos más cerca de la que fue nuestra tierra, por lo menos con el corazón, en estos momentos críticos.

Wladimiro ha sacado a la luz su gran preparación como catedrático que es de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna y nos ha dado a todos, insisto, una lección más que completa de lo que él llama la socio-historia de Haití. El simple título del artículo es ya suficientemente significativo. Haití, dice el autor, desde los siglos XVI al XVIII ha sido el país del mundo con más esclavos, un negocio con seres humanos del que sabe mucho EE.UU. Era el tiempo de lo que el profesor Rodríguez Brito llama "sacarocracia", un mercado mundial de azúcar, en el que trabajaban miles de esclavos africanos, de los que son descendientes estos haitianos de hoy, que constituyen el pueblo más pobre y necesitado del mundo. Los franceses, a los que los españoles entregaron la isla en 1697, fueron peores que los americanos en la explotación de la esclavitud, y dice Rodríguez Brito que no dejaron en la isla ni una mínima articulación social, idiomática o religiosa, lo que dio lugar a un levantamiento en 1803 que creó la primera república negra del mundo, la cual ha seguido, con poca fortuna y muchos tropiezos sociopolíticos, hasta hoy día en que la Naturaleza la ha hecho sufrir esta tremenda catástrofe.