DESEMPOLVANDO algunos apuntes educativos que recogía en los años que estuve destinado en la dirección de un colegio vocacional para la Orden hospitalaria en los años l956-65, me encontré con el siguiente, bajo el título "Educar". Pese al tiempo transcurrido, no parece haber perdido vigencia; por eso, partes del mismo se las iremos ofreciendo a los lectores de este espacio. Hoy comenzamos con la siguiente: "Educar".

"Importancia de la educación". Dice un proverbio árabe que "la educación es la diadema del niño". Y Combes, el gran enemigo declarado de la Iglesia y de la religión, expresaba esta gran verdad cuando afirmó que "las batallas no se libran ya en los campos de Marte, ni en las calles y encrucijadas, sino en la escuela". De aquí la importancia de la instrucción y formación de toda persona desde la niñez.

"La educación es para los niños lo que son los cimientos para un edificio: sin buenos cimientos, el edificio se derrumbará. La vida del ser humano tiene sus fundamentos en la niñez y en la juventud. Si no cavamos profundamente y no colocamos en las inteligencias vírgenes los niños y jóvenes ideas motoras, convicciones íntimas; si no ponemos en su corazón puro el amor hacia Dios, hacia sus padres y maestros; si no guardamos lugar prominente para el santo temor de Dios, estamos perdidos. Contemplaremos un día, arrasados los ojos en llanto, el edificio convertido en ruinas. Y las ruinas de las almas producen mayor impresión que las ruinas hacinadas por el terremoto o por la recia tempestad.

Los niños, ha dicho un gran pedagogo de las escuelas del padre Manjón en Granada, son unos ángeles que tienen tronchadas las alas y envenenada la naturaleza, pero una educación esmerada hace crecer y desarrollarse las alas, y por ella arrojamos el veneno, depositado en nuestra naturaleza viciada y corrompida. Ninguna edad puede comprender dignamente la idea de Dios, pero todas las edades pueden ser consoladas y ennoblecidas por esta sublime idea. Formado el corazón del niño. Enséñale a amar a Dios… La educación ha de ser religiosa si se quiere conseguir la alta finalidad que anotamos; por eso tan sabiamente dijo D. Bosco, el gran formador de juventudes "que la frecuente confesión y comunión eran las dos columnas que debía sustentar todo edificio educativo, si no se quiere que domine la fuerza de las pasiones degradantes".

Ya ha pasado mucho tiempo (40 años) desde que recogí estos apuntes y procuré aplicarlos. Y el interrogante sigue. Y la verdadera respuesta es la misma: el ser humano, desde que nace hasta que muere, necesita hoy a Dios más que nunca, porque más que nunca lo rehúye con su pretensión de autosuficiencia.

¿Cuánto importa la educación cristiana de los niños, de los jóvenes, de los adultos para las familias, para la sociedad y para los mismos Estados? Más en los tiempos que vivimos.