ES RARO recibir noticias positivas del Puerto de la Cruz, cuando tan frecuentes eran antes las buenas noticias, aparte de sus indudables atractivos como ciudad turística, que llegó a ser la primera de Canarias. Ahora le ganan Las Palmas, Playa del Inglés y otros enclaves del Sur de Gran Canaria, sin contar Playa de las Américas, Los Cristianos y Costa Adeje, donde se encuadran Fañabé, Torviscas y Playa del Duque. Es decir, que el Puerto de la Cruz no es que ya no sea la ciudad turística más importante del Archipiélago, sino que la superan otras muchas en la misma isla de Tenerife. Es cierto que el alcalde don Isidoro Luz logró la "Edad de Oro" del Puerto, con la creación de la avenida de Colón y sus nuevos hoteles, que se elevaron todos a la vez, constituyendo una oferta de alojamiento que no se había logrado en ningún otro punto de las Islas en las dos provincias.

El Puerto, desde años atrás, poseía los dos grandes y lujosos hoteles Taoro y Martiánez. El Taoro lo conocí desde que tenía unos seis años y mi padre y otros familiares pudientes de Santa Cruz me llevaban a merendar a ese establecimiento que era todo lujo y como un castillo de hadas. El Martiánez lo conocí más tarde. Ya era adulto cuando iba a acompañar, para informar a este periódico de la caravana de personas mayores que organizaba cada año, por la fiesta del patrón San Cristóbal, el Sindicato de Transportes y los taxistas de Santa Cruz.

El Martiánez, portuense, donde se servía el almuerzo a los invitados de los organizadores de la excursión, como el Pino de Oro, de Santa Cruz, eran hoteles ingleses construidos dentro de un extenso bosque, y jamás debieron desaparecer, porque constituían una forma distinta y original de hacer hostelería en contacto directo con la naturaleza. El Martiánez desapareció del mapa portuense y luego hicieron un edificio corriente, sin belleza alguna, al que le pusieron un rótulo con el nombre de Martiánez, pero ni la sombra del antiguo.

El Pino de Oro también desapareció del mapa santacrucero, pero parte del suelo que ocupaba lo cubrió luego el actual hotel Mencey, edificado por el llamado Mando Económico en tiempos del capitán general García Escámez. Entre tanto, el Taoro seguía abierto en el Puerto. Un incendio terminó con una de las alas del suntuoso edificio, que fue reconstruido y abierto de nuevo. Luego fue su conversión en casino y ahora no es nada, y creo que está pendiente de ocupación desde que el casino fue trasladado e instalado en el Parque Marítimo de Martiánez en lo que estimo fue un desacierto, como comenté oportunamente en esta columna.