NUESTRAS islas, como tales, dependientes gravemente del transporte aéreo, se encuentran aprisionadas entre la incapacidad de Aena de resolver sus problemas y el chantaje permanente a que les somete el sindicato de controladores aéreos.

Durante años, Aena ha consentido a este grupo privilegiado que fuera acumulando privilegios técnicos y económicos hasta que, convencido de su poder, ha llegado a influir en el transporte aéreo.

Ahora que se han hecho públicos sus privilegios técnicos (organizar sus turnos, decidir sus rotaciones, controlar sus nombramientos, etc., y otros que todavía no conocemos) y sus remuneraciones económicas, con cargo al contribuyente -que ninguna empresa privada podría soportar-, nos damos cuenta en manos de quién estamos los desgraciados ciudadanos obligados a tomar un avión para salir de nuestro Archipiélago o volar entre sus islas.

Tan culpable es Aena, por su absoluta incapacidad para arreglar este problema, como los sucesivos gobiernos, de todos colores, que lo han permitido, y como este grupo de funcionarios que actúa sin ningún respeto al público que sirven y como al contribuyente que paga sus enormes ingresos.

Claro que, si yo fuera un sinvergüenza, con estos ingresos gratificaría espléndidamente al compañero que, al ausentarse de su trabajo, hace posible mis horas extras, o a mis superiores que, con su vista gorda, las consienten. Pero yo no estoy en su privilegiada y consentida situación, sólo la sufro, como otras miles de personas.

Y ahora, encima, nos dicen que al dar a conocer sus privilegios pueden caer en una situación de estrés que no les permita ejercer con tranquilidad su cometido. Qué desfachatez; mirándose al ombligo olvidan la situación estresante a que someten a los pobres viajeros que andan perdidos y olvidados por los aeropuertos, además con una situación económica bien diferente a la suya.

¡Anda ya!, que los sustituyan de una vez y nos libren de tanto incapaz y chantajista.