EL TRANSCURRIR de estos últimos días nos ha ofrecido un Gobierno a la deriva, sin objetivos claros ni criterios para alcanzarlos, con un presidente obsesionado por su imagen propagandística, ajeno a las querellas internas de su Gabinete, que afloran cada vez con más frecuencia a los medios de comunicación, y sin importarle gran cosa que su ansia de notoriedad ponga de manifiesto carencias graves de información sobre cuestiones de cultura general, y unos ministros que sueltan ocurrencias diversas sin ton ni son, exponiéndose así a críticas que ya va siendo costumbre que se produzcan en forma de puro y simple pitorreo público, que es lo peor que puede suceder a los políticos en el poder. Y así el Gobierno va tirando como puede, cosechando regañinas o desprecios internacionales y felicitándose cada mañana de haber durado un día más en el poder.

No es un panorama muy estimulante, desde luego, pero a medida que se van presentando situaciones o problemas que requieren de cierta competencia y algunas lecturas, se ve cada vez con mayor claridad que tenemos un Gobierno que no llega a los mínimos exigibles de ninguna manera.

Miscelánea

La crisis, como se sabe, sigue golpeando la vida económica y social, y empiezan a percibirse algunos nubarrones en el aspecto más dramático, que es el de la seguridad en el sistema de pensiones, tanto de desempleo como de jubilación. Son atisbos de alarma, hechos con la boca pequeña como suele decirse, pero que resuenan como llamamientos a remozar los pactos de Toledo, según los cuales los grandes partidos acordaron apartar del debate político y electoral esta cuestión y establecer las correcciones necesarias para que ni los desempleados ni los mayores vean comprometida su subsistencia.

El ministro de Trabajo apareció una buena mañana contándonos que la economía sumergida en España tiene un volumen de entre el 16 y el 20 por ciento. Inmediatamente, la vicepresidente de Economía censuró estas declaraciones, con lo que su compañero de Gobierno hubo de rectificar aceptando que la economía sumergida no se puede medir por definición. ¿Pura improvisación? ¿Maniobra de distracción del personal? ¿Hablar por hablar? No se sabe. Tal vez alguien pensó que diciendo cualquier cosa, sólo por aparecer en los medios la gente ya pensaría que el ministro se está ocupando intensamente de nuestro bienestar.

Los otros vicepresidentes han tenido también su minuto de gloria mediática. La señora Fernández de la Vega hizo el ridículo reclamando la retirada de un ejemplar de la Constitución porque en el escudo de España figura el águila de San Juan, que calificó de franquista, ignorando que ese diseño del águila se aprobó, y estuvo vigente, tras la muerte de Franco y hasta 1981, tres años después de aprobada la Constitución. Pero le debió de parecer muy progresista decir esa tontería. Cualquiera sabe.

Por su parte, el vicepresidente tercero, señor Chaves, hubo de ver cómo el diario La Gaceta desvelaba diversos actos con toda la apariencia de cacicadas impresentables -y probablemente ilegales- de cuando era presidente (o más bien señor feudal) de la Junta de Andalucía. Al partido Popular le ha faltado tiempo para exigir explicaciones en el Parlamento al señor Chaves. Explicaciones que, por supuesto, no dará a menos que no tenga más remedio: el vicepresidente hace muchos años que se olvidó de que se debe a los contribuyentes, cuya representación está en el Parlamento.

Y llegamos al presidente, que esta semana tampoco ha desaprovechado la oportunidad. Resulta que fue invitado por Barack Obama a participar en el llamado "Desayuno de Oración", que es una tradición de hace medio siglo consistente en que una fundación ultraconservadora protestante conocida como La Familia invita al presidente de Estados Unidos y a varios cientos de personas, probablemente miles, de segundo nivel a reunirse para rezar y prometer no apartarse del camino señalado por las Sagradas Escrituras. Es poco probable que la invitación a Zapatero no provenga de la iniciativa de Obama sino más bien del presidente español, quien, mediante las gestiones oportunas, se hizo invitar y así hacerse otra fotografía con su ídolo. Cualquiera que conozca estos "desayunos de oración" sabe que la presencia de Rodríguez Zapatero allí no pasa de ser una especie de broma de mal gusto; pero como él carece de sentido del ridículo, eso le da igual con tal de tener la ansiada foto.

Todo esto es muy penoso, ciertamente, pero es lo que hay, es lo que da de sí este equipo de gobernantes que en condiciones normales no habría sobrepasado en el mejor de los casos el nivel de Jefe de Sección, con muy pocas excepciones.

Antonio Fontán

En las antípodas de este panorama, la semana nos ha deparado la triste noticia de la muerte a los 86 años de Antonio Fontán, ilustre catedrático de Filología Latina y muy relevante periodista, que en política fue miembro del Consejo Privado de Don Juan de Borbón en los años del exilio y, ya en la democracia, presidente del Senado Constituyente y ministro de Administración Territorial con Adolfo Suárez.

Fontán ejerció su magisterio universitario en cuatro Universidades: Granada, Navarra, Complutense y Autónoma de Madrid. Y fue también maestro de periodistas y maestro de políticos. Fundó en 1958 y dirigió el Instituto de Periodismo del entonces Estudio General de Navarra, hoy Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra; como periodista, fundó y dirigió el semanario La Actualidad Española, la revista mensual Nuestro Tiempo y la bimestral Nueva Revista de política, cultura y arte, y dirigió entre 1966 y 1971 el diario Madrid, ámbito de encuentro de demócratas, liberales y antifranquistas de ideologías varias, hasta que el Gobierno de Franco clausuró el periódico. El Rey premió en 2008 su biografía de español egregio otorgándose el título de marqués de Guadalcanal. Y el mismo día de su muerte acudió a la capilla ardiente a rendirle el homenaje que merecía.