, según el Dr. Emilio Suárez Martín, del hospital Puerta de Hierro, de Madrid, es aquel que provoca sentimientos de contratransferencia negativos (aversión, miedo, asco?) en el médico que lo trata, pero sin padecer ninguna enfermedad psiquiátrica importante.

Dentro de la complejidad del tema, el citado médico fue capaz de simplificarlo en tres tipos principales de pacientes odiosos e indeseables. Sin ánimo de copiarlo, y sabiendo que el paciente tiende a abusar del médico, existen muy pocas diferencias entre los pacientes que acuden al hospital (que son los que describe el citado doctor) y los que acuden a diario al centro de salud, donde la presión es mayor. El primer tipo es el paciente pesado que consulta por cosas banales, dando una y mil vueltas en su exposición, que abusa de presentarse reiteradamente sin cita, que nos monopoliza el tiempo. El segundo tipo es el listo, el exigente, el que todo se lo sabe, que de todo discute, que llega a dudar del médico, pero que reincide una y otra vez, con rasgos sadomasoquistas, que cree ponerse a un igual con el médico simplemente porque lo leyó en internet, porque trabaja con otro médico, porque es celador, auxiliar o enfermero de un hospital, o porque trabaja en una institución política. Estos son los más peligrosos, en el sentido de que por nada presentan reclamaciones. El tercer y último tipo es el mentiroso que nos oculta datos, que no se toma la medicación, que no cumple nuestras recomendaciones y que viene una y otra vez a consulta para que le solucionemos sus problemas. Por su mismo carácter son autodestructivos, manipuladores y rechazan nuestra ayuda y nos crean sentimientos de impotencia y de incompetencia profesional. Se incluyen aquí los rentistas y caraduras que sólo quieren una baja lo más larga posible.

Existen otros tipos mezcla de estos. Entre pesados y listos destacan algunos inmigrantes, que en su mayoría vienen de países con un déficit sanitario notable y aquí quieren que le hagamos todas las pruebas y análisis posibles. Suelen ser muy exigentes, acaban consultando con decenas de especialistas y realizándose decenas de pruebas. Al final terminan con un diagnóstico poco objetivable, cuando en el fondo lo que puede anidar es un desarraigo.

Existen otros como el que nos asalta en los lugares más insospechados (bar, aparcamiento, plaza, etc.) para que le solucionemos algún problema médico, el que nos tutea sin conocernos de nada, el que se pone a hablar con el móvil en la consulta mostrando una falta de respeto absoluta, el abusón de las consultas de urgencias o el paciente que viene acompañado y que en este caso no es el paciente el odioso, sino el acompañante; como la madre que deja hacer lo que quiera a su niño; o la que no deja hablar a su hijo adolescente; el de la esposa que responde a las preguntas que tenía que responder su marido; el de la cuidadora, y otros.

Estos pacientes odiosos e indeseables nos hacen adoptar actitudes diagnósticas y terapéuticas anormales y heterodoxas, lo que hace que aumente la posibilidad de errores médicos.

A ninguno de ellos los quiere el médico en su consulta, pero alguien tiene que verlos.

¿Soluciones? Que el paciente tenga que pagar una cantidad simbólica cada vez que acuda a consulta, el llamado copago que toda la clase médica reconoce y acepta, pero que políticamente es incorrecto. Ver todas las semanas a un grupo de pesados, que todos y cada uno de los médicos saben quiénes son nada más leer su nombre en el listado, hace que estos le estén robando tiempo al paciente que realmente está enfermo y que es el que necesita de ese tiempo para poderlo atender de forma correcta.

A ver quién le pone el cascabel al gato, porque la sanidad no puede ser café para todos, y además cada vez que se les antoje. Mientras se vean (y digo bien "ver", que no "atender") a todos los pacientes, tanto si son 60 como 100 diarios, a la Administración le da igual, máxime si nadie presenta ninguna queja.

Aparte del copago, la Administración debe mantener los cupos médicos en no más de 1.600 pacientes, debe cerrar de una vez los cupos elevados, debe sustituir todas las ausencias del médico, debe tener un médico sin cupo para filtrar todas las consultas sin citas y debe poner recursos para una correcta educación sanitaria, para que la población deje de abusar de los servicios médicos.

Segundo Artemio Rodríguez Méndez

La gripe y las vacunas

Debo suponer sin duda alguna que después de todo lo que desde hace más de nueve meses -todo un embarazo- se viene hablando de la gripe A, si prefieren H1N1, y de la palabra "pandemia", estarán suficientemente al tanto de lo más elemental de ambos temas, enfermedad y expresión.

De la enfermedad, unas simples palabras para decir que, lejos de cumplirse los fatales presagios con los que nos amenazaban, ha evolucionado hasta la fecha de tal modo y manera que tenemos constancia fehaciente de que el número de casos mortales se ha quedado, por fortuna, en la décima parte de los que produce una gripe estacional de las que padecemos todos o casi todos los años.

Vamos ahora con la palabra "pandemia". Según el Diccionario del Español Actual significa: "Enfermedad epidémica que afecta a grandes extensiones de la Tierra". Hasta el mes de mayo de 2009 se consideraba por la OMS que eran condiciones indispensables las dos siguientes: 1) que el virus se extienda con rapidez, y 2) que el número de casos mortales estuviese siendo muy superior a las medias estacionales.

Curiosamente, en ese momento, mayo de 2009, se cambia por completo la definición. No se hablará de mortalidad, bastará con que esté apareciendo en distintos países de manera coincidente. Repito que es curiosísimo que deja de ser definida por la gravedad, y pasa a serlo tan sólo por la propagación.

Es en junio de 2009 cuando se anuncia oficialmente la pandemia de la gripe A, y en esos momentos los laboratorios se lanzan desenfrenadamente a fabricar la nueva vacuna. Los gobiernos influenciados hábilmente por los lobbies farmacéuticos hacen lo que se supone deben hacer: encargar y comprar el número de unidades suficiente para vacunar a la famosa población de riesgo. Recuerden que es entonces cuando el Gobierno de Madrid tiene que escuchar, por parte de la oposición, cosas tan duras como que cuando llegasen las vacunas, desgraciadamente, ya no habría a quién ponérselas. Siempre animando con un riquirraque en la boca.

Lo desgraciado de todo esto viene ahora, cuando casi olvidados de la gripe A nos enteramos de que el alemán Wolfgang Wodarg, presidente de la Comisión de Salud del Consejo de Europa, o sea, un cualquiera, acusa al lobby de los laboratorios de fomentar la psicosis de la H1N1.

Este señor, médico epidemiólogo, veterano miembro del SPD (Partido Socialista Alemán) ha declarado en el periódico "L''Humanité", que se debe responsabilizar a la OMS de la enorme ola de histeria que ha rodeado a todo este tema de la gripe. Indica que en la Organización Mundial de la Salud hay muchos elementos relacionados con la industria farmacéutica; que el pánico no fue espontáneo, sino planificado; que no había nada en esta gripe que justificase la alarma. ¡Qué bonito!

Quedan en el aire ahora varias preguntas. Hay millones de dosis en todos y cada uno de los países que las reservaron y posiblemente pagaron o deben pagar, con las que no se sabe qué hacer y que tratan de vender, eso sí, a su precio y quién sabe con qué argumento.

¿A quién se puede responsabilizar de este fraude vergonzoso? ¿A la OMS por tramposa?, ¿a los laboratorios, por mentir a sabiendas, poniéndose las botas con el dinero de todos? Opino que, de poderse demostrar, y deseo que así sea, deberían ser sancionados judicialmente con toda dureza. Con un plus especial, que no tiene precio, por el miedo que canallescamente nos metieron en el cuerpo, y que ustedes recordarán fue realmente exagerado, especialmente al principio.

En este país seguro que la culpa la tiene el Gobierno central, como prácticamente de todo, por dejarse engañar simplonamente con que la gripe era efectivamente muy peligrosa, casi casi un arma de destrucción masiva. Pero del otro lado parece todo el mundo ignorar que una vez España, según el Swiss inf.ch., al contrario de gran parte de los países europeos, había incluido en sus contratos con GSK, Sanofi-Aventis y Novartis una cláusula que le permitiría devolver las vacunas en caso necesario.

Sería muy educativo que se pusiese en conocimiento de los ciudadanos de este país que ha habido alguien por las alturas político-sanitarias, sin que ello sirva de precedente, que ha conseguido que sean otros, siempre más listos que nosotros, los que se coman el marrón.

José Luis Martín Meyerhans

Nuevos escáneres en los aeropuertos

No consigo entender cómo es posible que las personas que se oponen al preservativo, al divorcio, al aborto, a la enseñanza de la asignatura de Educación para la Ciudadanía están ahora callados y no llaman a manifestarse en contra de estos escáneres que nos obligan a exhibirnos desnudos delante de cualquiera en los aeropuertos, alegando una supuesta seguridad internacional. Hay que protestar antes de que Europa implante este sistema en todos sus aeropuertos, porque después será demasiado tarde.

La vigilancia en nuestra vieja Europa se ha vuelto intolerable y sin sentido alguno. Solamente para tapar, entre otras cosas, la incompetencia de algunos servicios secretos, porque ya se ha demostrado que la inseguridad ha aumentado en todas partes desde que aquel presidente nefasto para EEUU y el mundo entero invadió ilegalmente Irak sólo para satisfacer su codicia y la de los "lobbies" que lo llevaron de forma fraudulenta al poder.

¿Se imaginan la vergüenza que pasará una persona enferma que tiene que llevar una bolsita en su costado para recoger su orina cuando pase por el escáner? ¿O una mujer con compresas o támpax? ¿O una persona mayor (hombre o mujer) con pañales por pérdidas de orina? Y qué pasa si alguien tiene estreñimiento, ¿también tendrá que aguantar el tacto rectal por si esconde algo?

¿Hasta dónde vamos a llegar los europeos en nuestras renuncias a unas libertades que nos costó tanta sangre conseguir a cambio de una supuesta mayor seguridad?

A.C.M.