ME DIO la impresión de que Mariano Rajoy advertía este lunes a los dirigentes de su partido, iniciando su curso político, que no creen dificultades "de manera gratuita", se supone que refiriéndose al Gobierno. O a la propia dirección del PP, quién sabe. El caso es que Rajoy se alinea ya para la carrera que, cree él -y creen muchos de los preguntados en las encuestas que publican estos días algunos medios-, lo conducirá a La Moncloa.

El problema de Rajoy, parecen decir estas encuestas, es el propio Rajoy. No convence, los sondeados critican su manera de hacer oposición y, sin embargo, así de veleidosa es la diosa opinión pública, la mayoría lo ven de presidente del Gobierno. El desgaste de Zapatero es tan brutal, podría decirse, que sobrepasa incluso al del jefe de la oposición.

Siempre dije que me parece injusta la pésima opinión que las encuestas indican acerca de los dos principales líderes políticos españoles, Zapatero y Rajoy. Decir que son dos personas patentemente honestas, que buscan lo mejor para su país, es, ya lo sé, poco. La gente quiere aciertos, pero los aciertos, con el viento de cara, siempre son más difíciles.

Para mí, lo peor de todo es la falta de grandeza política que muestran ambos, por personalizar en ellos. Que sean incapaces de llegar a acuerdos sólidos que susciten la confianza de la ciudadanía me parece tremendo, máxime cuando consta que las recetas económicas de los dos partidos, digan ellos lo que digan, no están tan, tan distantes. Y no creo que una "entente" entre ambos resulte imposible por motivos "ideológicos" (ZP dixit): ¿la nueva normativa sobre el aborto?, ¿la buena sintonía con los sindicatos? ¿Es esa la ideología que los separa? Las líneas que separan a derecha e izquierda son cada vez más tenues en este mundo globalizado, descreído, en el que el conflicto es más bien de civilizaciones. Y esa línea, desde luego, desaparece cuando del bien común hablamos.

Claro que no abogo por una desaparición de la dialéctica poder-oposición, en la que se basa el primer escalón de la democracia. Lo que sí creo que podría intentarse es un acuerdo coyuntural, aprovechando que este año no es electoral, para fijar las cosas en asuntos como la reforma laboral e incluso ir hilvanando algunas reformas en la normativa electoral y hasta en la Constitución. Algo "sonado" tendrán que hacer, porque, desde luego, las malas notas que les está poniendo la ciudadanía resultan, crea usted en las encuestas o no, de lo más espectacular.

De momento, el "nuevo" Mariano Rajoy -de ZP ya ni hablamos- no es tan nuevo como me parece que sería de desear. Yo, de su primera salida al ruedo tras estas intensas vacaciones, y tras los varapalos demoscópicos, esperaba más, la verdad.