¿QUÉ ES LA VERDAD? Esta es la pregunta más importante que puede brotar en el corazón humano. Y sería una equivocación intentar responder precipitadamente a ella, pues, si surge en nosotros, es sencillamente porque no conocemos con exactitud la respuesta. La verdad no pertenece plenamente a ningún hombre. La verdad nos trasciende y nos exige, antes que nada, una actitud de búsqueda humilde y honesta, como la que contemplamos en los Reyes Magos ante la cuna de Belén, cuya fiesta celebramos hoy los cristianos: unos magos, una estrella, un largo desierto hasta Belén, con que termina el relato evangélico navideño y del que los niños celebran y mantienen las mayores vivencias infantiles y quizás -no menos- también las personas ancianas. Quizás por esta sobrecarga de estas vivencias de la infancia, de la madurez y ancianidad, en nuestra respectiva capacidad tardemos en saber que esta fiesta de la Epifanía significa "manifestación" de la verdad de Dios.

Conservando la bella tradición popular y familiar de los regalos, hemos de colocar el núcleo de esta fiesta en todos los seres humanos. Desde siempre, Dios se manifiesta a la Humanidad por medio de la naturaleza, como recuerda S. Pablo a los Romanos. Una mirada limpia descubre en el orden y la belleza del cosmos la huella de Dios creador. También en la historia "desde antiguo Dios habló a su Pueblo por los profetas". Todo el Antiguo Testamento es un rosario de manifestaciones de Dios providente. Y, sobre todo, la conciencia es el espejo de manifestaciones de Dios como autor de la ley moral. Pero, no contento con esta triple manifestación -de la naturaleza, de la historia y del decálogo-, Dios ha querido manifestarse más claramente a los seres humanos. Por eso, "en los últimos tiempos, Dios nos ha hablado por medio de su propio Hijo". La Epifanía es la manifestación personal de Dios en el tiempo y en la tierra. El Jesús nacido en Belén, que hemos contemplado en estas Navidades, es la suprema manifestación de Dios para decirnos lo que es y lo que debemos ser.

¿Y cómo se manifiesta Dios en Jesús? El Evangelio de hoy nos lo aclara: "De ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo". Este Niño, que vio la luz en Belén, tiene como misión dirigir los destinos del Pueblo de Dios a lo largo de la historia. Jefe nato de la Humanidad, por ser Hijo de Dios, Jesús quiere nuestro líder por conquista. Nadie más que Él se ha merecido, con su entrega total al bien común de los seres humanos, que lo amemos y sigamos como al jefe indiscutible. Sin embargo, no todos aceptan la jefatura de Jesús. Ya desde los tiempos de su nacimiento, Herodes, los suyos y los que lo están siguiendo se asustaron y siguen asustándose de su aparición. Son los que viven de espalda a la Ley de Dios.

Al analizar las cualidades de la fe cristiana, junto a la cuna de Jesús, no olvidemos la necesaria conversión. El contacto directo con el Niño de Belén cambió a los Reyes Magos. El Evangelio de hoy nos asegura que "se marcharon a su tierra por otro camino". La fe comporta un cambio de ruta en el itinerario vital. Los creyentes, siendo ciudadanos del mundo, debemos circular por él por derroteros distintos de los no creyentes. Como cristianos debemos seguir a Jesús: "Camino, Verdad y Vida".

Ante la invasión de un sentido consumista de esta fiesta como un maratón de regalos, recuperemos la Epifanía, sobre todo, como regalo de Dios a todas las personas: Jesús. Ante la actual reducción de la fe a lo privado y ante el atentado de la ley abortista contra los primeros derechos fundamentales y constitucionales: el derecho a nacer y el derecho a vivir, reforcemos y defendamos esta fe cristiana con las palabras y obras en su dimensión eclesial, política, social y universal de la sociedad y del mundo.