CADA VEZ que tengo en mis manos la revista cultural que El Mundo nos ofrece todas las semanas, me voy directamente, sin pensarlo mucho, a los trabajos que firman don Luis María Anson (ya lo he dicho otras veces) y don Fernando Aramburu. Tanto "Primera palabra" como "Gatos ensartados" atraen siempre mi atención por detalles positivos. Pero, en el caso que hoy nos ocupa, no puedo decir lo mismo y creo que tengo motivos para la decepción. (Aunque es posible que sean cosas mías, que no entiendo lo que leo o que les doy una interpretación que no se ajusta a la realidad).

El señor académico se mostraba en su artículo correspondiente a la semana 20-26 de noviembre muy complacido, inmensamente feliz mientras reproducía, sin quitar coma, las horribles palabrotas que una, al parecer, famosa actriz y escritora llamada Angélica Liddell había pronunciado unos días antes con gritos histéricos desde el escenario madrileño en que actuaba. Y también parecía felicísimo don Luis María afirmando que el público aplaudió hasta casi romperse las manos. Nunca noté en los artículos del académico tal entusiasmo. Y, sin embargo, no quiero copiar las palabras que se nos muestran en el trabajo de referencia porque me resultan un tanto... digamos inoportunas. Prefiero reproducir las que, en la misma revista y en la misma edición, dejó escritas al respecto el crítico literario don Juan Palomo, responsable del espacio titulado "La papelera":

"Ya sé que Anson se pirra por Angélica Liddell y que su pasión teatral hubiera aguantado más de las cinco horas y media que dura la obrita . A mí no me gusta el vómito de Angélica en el escenario y tampoco gustó a la mitad del aforo el día del estreno en Madrid, que se largó irritado?".

Siguiendo a Juan Palomo uno se entera de que una gran cantidad del público asistente desertó casi horrorizado. Pero esto lo ignora don Luis María. Lo ignora o lo soslaya, con lo que se demuestra que cada cual habla de la verbena según le ha ido en ella. O que cada hombre es un mundo. O que para gustos se han hecho colores. Como ustedes gusten.

Y ahora, después del vómito de Angélica, cambio de asunto porque cité al comienzo de este artículo a don Fernando Aramburu y no he dicho por qué. Me agrada cuanto escribe este señor y cómo lo escribe. Pero en esta ocasión ha echado por tierra con sus palabras algo en lo que he venido creyendo durante casi setenta años. Lo aprendí en 1941, cuando me preparé para ingresar en el bachillerato, y ahora don Fernando lo pone en entredicho.

Para mí y para todos los profesores de Lengua Española que he tenido a lo largo de mi vida, la oración gramatical consta de sujeto (persona, animal o cosa de quien se afirma o se niega algo) ypredicado (lo que se afirma o niega del sujeto). Pues bien, el señor Aramburu habla de "?una ilusión de realidad humana hecha de sujetos, verbos y predicados, engarzados con mayor o menor pericia artística". O sea que la frase oracional tiene tres apoyaturas y no las dos que hemos defendido siempre.

Hondamente preocupado, intento salir de dudas y en el DRAE, de la palabra predicado, se me ofrece este comentario: "Segmento del discurso que, junto con el sujeto, constituye una oración gramatical". Por lo tanto, son dos los elementos que la integran y no tres. Pero sigo leyendo hasta completar los diez renglones que ofrece la Academia, y entonces copio: "El verbo, que en ocasiones puede faltar, sirve de nexo con el sujeto, de tal modo que se establece concordancia entre los tres componentes de la oración". ¿En qué quedamos, señores académicos? ¿Son dos o son tres los componentes? Siempre me explicaron que el verbo forma parte del predicado: es su elemento esencial, su corazón, su meollo, su luz, su fuerza, su motor? pero forma parte del predicado. Cierto que el verbo puede estar elíptico; pero aun así, cuando lo coloquemos en su sitio, seguirá formando parte de ese predicado que tantos disgustos y tantas dudas me está proporcionando ahora. ¿Por qué entonces habla el DRAE de tres elementos, poco después de hablar de dos?

Yo sigo estando al lado de mis profesores de ayer. Y de anteayer. Imagino que el señor Aramburu estará con los suyos. Mientras tanto, el DRAE afirma que "to er mundo es güeno".