NUESTROS antepasados guanches lucharon ferozmente contra los invasores para intentar preservar su libertad y cultura. Muchos murieron en el empeño y otros fueron convertidos en esclavos, bien en su propia tierra o en España, la mayoría niños y niñas de corta edad y jóvenes vendidos principalmente en los mercados de Valencia y Sevilla. Una vez transcurrido el periodo limitado de esclavitud fuera de su querida patria, regresaban a la primera oportunidad. No obstante, todos los que podían comprar su libertad con el esfuerzo de su trabajo o con la ayuda de familiares la llevaban a cabo tan pronto como les era posible. Parte de esos guanches libres se integraron en la nueva sociedad impuesta, pero otros optaron por seguir luchando desde las cumbres, donde permanecieron alzados durante más de medio siglo, según fuentes históricas.

Ese amor que nuestros antepasados profesaban a la libertad debe ser el mejor referente para la lucha pacífica en la que los actuales canarios estamos inmersos para que se nos reconozca como una nación con derecho a tener Estado propio. Lucha que comenzó a finales del siglo XIX de la mano de Secundino Delgado, a quien se le considera el Padre de la Patria canaria; personaje que fue encarcelado y maltratado, muriendo a mediana edad, en 1912, después de conseguir la libertad, gracias a la intervención del patriota Nicolás Estévanez. La lucha continuó desarrollándose, especialmente la liderada por José Cabrera Díaz, quien en 1924 fundó el PNC en Cuba, lugar donde se refugió tras tener que huir de Canarias.

Ya en la etapa reciente han sido muchos los patriotas perseguidos, marginados y coaccionados por los colonialistas o defensores de la españolidad, además de haber intentos de asesinato y más encarcelamientos en los años setenta. Persecución injusta e inhumana, ya que va contra toda razón y por consiguiente contraviene el Derecho Internacional. Ahora somos varios los que estamos bajo el punto de mira del sistema colonial, siendo Don José, director y editor del medio de comunicación EL DÍA, el que más ataques recibe, simplemente por tener la lucidez de pedir la libertad para Canarias e insistir en que se necesitan nuevos políticos con las manos limpias para gobernar estas Islas, corregir injusticias y acabar con la pobreza.

Los defensores de la españolidad y los esbirros al servicio del colonialismo, como no tienen argumentos legales para sustentar lo indefendible, centran sus absurdos discursos en la desinformación a los ciudadanos para confundirlos. Y más grave aún son sus acusaciones de xenofobia y racismo por el hecho de reivindicar lo que por justicia nos corresponde, máxime cuando en Canarias no existe ni un solo independentista que sea racista. Al contrario, somos demasiado nobles, tolerantes e integradores, pero estas Islas están superpobladas y se está agotando el espacio; motivo por el cual hemos venido exigiendo una ley de residencia justa.

Nuestra libertad, pues, requiere el esfuerzo de todas aquellas personas que se consideren patriotas, que tengan un concepto inequívoco de la nación canaria. Por lo tanto, no es tarea exclusiva de una ideología determinada, ya que el nacionalismo no es ni de izquierda ni de derecha, pues según distintas definiciones es el "apego de los naturales de una nación a ella y a cuanto le pertenece", "tendencia o aspiración de un pueblo a constituirse en Estado", "doctrina que sostiene las aspiraciones exclusivamente nacionales", entre otras versiones. Y mucho menos debemos atribuir el nacionalismo a la derecha y el independentismo a la izquierda. Sucede que en Canarias, los nacionalistas auténticos comenzamos a definirnos como independentistas desde hace varios años para diferenciarnos de los falsos nacionalistas, pero una vez que consigamos la libertad, dejaremos de ser independentistas y asumiremos que somos nacionalistas.

El precio de nuestra libertad es incalculable si tenemos en cuenta todo lo sucedido durante la conquista y colonización española, e igualmente es incalculable desde el presente hasta el día glorioso, que debe llegar pronto, pero para ello es imprescindible la implicación de todos los patriotas que todavía tienen miedo a manifestarse públicamente a favor de la independencia. No sólo nos asiste la razón y el derecho, sino que tenemos la necesidad para no desaparecer como pueblo. Asimismo, tenemos la obligación de legar a nuestros hijos y nietos un territorio próspero, una nación con Estado en la que puedan disfrutar de soberanía y progreso.

Patriótico Canario (MP)