HAY COMPAÑEROS buenos, compañeros malos, compañeros insoportables y hasta compañeros aborrecibles en este oficio nuestro. Yo no puedo quejarme porque he tenido suerte en cuanto a relaciones con mis colegas y en cuanto a estimación por parte de los lectores que han soportado mis diarios "ladrillos", como ya dije que los bautizó hace años mi querido amigo Pedro Doblado con sus ocurrencias humorísticas. Me he llevado bien con las promociones de profesionales que han pasado por esta Redacción a lo largo de más de medio siglo, a veces en puestos de responsabilidad, y cuando, durante largo tiempo, ocupé la Presidencia de la Asociación de la Prensa de Tenerife, de la que, con orgullo, siendo siendo presidente de honor, formaba equipo con el compañero que ostentaba el mismo cargo en la provincia de Las Palmas, el querido Andrés Ruiz, para hacer valer nuestras mutuas propuestas y peticiones en las asambleas de la Federación de Asociaciones. Pero también en la vecina provincia he tenido muy queridos compañeros, a la cabeza de los cuales estaba mi entrañable Pedrito González Sosa, una de las personas a quien he tratado con más afecto.

En el terreno de la polémica he tenido notables contradictores, entre ellos el entonces subsecretario de la Marina Mercante, almirante don Leopoldo Boado Endeiza, quien acabó siendo un muy estimado y admirado amigo de este modesto juntaletras, como me llamó una vez cierto compañero de Las Palmas poco respetuoso, que también los hubo. Pero una cosa es expresar un desacuerdo y hasta un reproche, quizás merecido, y otra salirse por el camino de las descalificaciones, los denuestos, las mentiras y hasta los insultos, como ha hecho mi, afortunadamente, ex compañero Francisco Pomares a una persona respetable, competente y prestigiosa como es el editor y director de este diario, don José Rodríguez Ramírez.

Me duele la barriobajera acción, que desacredita y da la talla humana y profesional de quien la comete, no sólo porque José Rodríguez sea, merecidamente, el director del diario donde he trabajado durante cincuenta y tres años, sino porque ese director es mi amigo desde casi la infancia y ha sido y sigue siendo para mí más un compañero que un jefe. Él me defendió y me salvó de una canallesca operación que tramó un analfabeto lameculos socialista enchufado en la Dirección de Radiocadena Española, donde yo trabajaba, para que fuera despedido. Y eso es una prueba de compañerismo que no se olvida.

Claro que no insulta quien quiere -y nuestro director sabe que son más los que lo admiran porque conocen su preparación, su competencia, su honradez, su seriedad, su valentía y todo su positivo quehacer-, sino quienes, como este sujeto de no muy limpia trayectoria profesional y humana, le reprochan lo que hace ejemplarmente bien.