EL DÍA 7 del pasado mes de octubre, si no me fallan las cuentas, se cumplió el primer aniversario de la salvaje demolición de las casas del núcleo costero de Cho Vito, en el término municipal de Candelaria. Increíblemente, en la mañana de ese día nefasto para los dueños y ocupantes de esas viviendas, los vecinos de ese poblado se despertaron con los ruidos que hacían los voluminosos bulldozers que venían, enviados por la Demarcación de Costas para derribar la totalidad del caserío, por supuesta violación de una Ley de Costas que ya no estaba vigente porque había sido reemplazada por otra en fecha posterior a su entrada en vigor. No valieron las quejas de los propietarios de las casas ni las gestiones del alcalde y concejales del Ayuntamiento de Candelaria, ni el papelerío presentado en los juzgados para atajar la tremenda destrucción de aquellas modestas construcciones levantadas con el esfuerzo y los escasos dineros de gente realmente pobre.

El pequeño poblado lo formaban 31 viviendas contra las que las máquinas excavadoras entraron a saco para no dejar ni un ladrillo sano. Destruyeron, en un primer ataque, 22 viviendas, previo desalojo de sus ocupantes, a los que no les quedó sino el suelo, medio afectado también por la acción de los insaciables aparatos destructores.

De las 31 casas, sólo dejaron nueve en pie, no se sabe si porque a los encargados del atropello empezó a dolerles el corazón o porque a los responsables de esa salvajada de la demolición les llegaron avisos de personas influyentes. Los damnificado calificaron la acción de juego sucio con la intención de ganar terreno para la especulación, porque Cho Vito es un caserío situado en un lugar apetecible, por su situación, la proximidad de las playas y por las vistas que se contemplan de sus costas, para los que se dedican a este oscuro y deplorable negocio.

Dicen que los vecinos desalojados que no encontraron refugio en las nueves viviendas no derruidas lo pasaron muy mal para encontrar alojamiento. Fueron más de veinte las familias que, en minutos, se quedaron sin techo. Una injusticia sin precedentes en la Isla, sin contar que los residentes tuvieron que declarar en la renta y pagar por las propiedades que le fueron tan salvaje e injustamente arrebatadas.

Los vecinos de Cho Vito han acudido a la Unión Europea para que ésta obligue a reconstruir lo derribado y reponer el demolido enclave. Aunque la ley ahora protege a los hoteles, caso del de la playa de El Médano, y las propiedades de lujo, de momento no se contemplan con el mismo derecho enclaves como el de la costa de Candelaria. Por eso, los damnificados de Cho Vito esperan que la Unión Europea escuche sus justas razones y atienda las peticiones que formulan.