SEGURO que Tacoronte seguirá incrustado en sus señas de identidad, que estas no van a ser violentadas, ni tan siquiera rectificadas. Tacoronte continuará viendo el mar, para unos cerca como si lo pudieran coger con las manos, para otros más distante, pero siempre ahí. Tacoronte seguirá sintiendo en su piel de años las caricias y frescor de su monte y que el aire allí fabricado, impulsado por las hojas de sus laureles, llegará desde Agua García barranco abajo esparciendo su olor a tierra fresca por todo el ámbito de su recorrido. Tacoronte irrumpirá aún con más fuerza si cabe en el camino del progreso y del bienestar de los que aquí vivimos.

¿Y qué entendemos por progreso? ¿Qué es lo que dará satisfacción y plenitud de vida a los que hasta aquí hemos llegado y a los vecinos de toda la vida? El progreso está fundamentalmente sustentado en la opinión universal de hacia dónde se quiere ir. No habrá progreso y no se continuará hacia adelante si las barreras que se encuentran cercenan conversaciones, entendimientos, rutinas, costumbres, secuestran los espacios más queridos y, sobre todo, sus voluntades se encuentran cruzadas por un sinfin de proyectos desvirtuados.

El progreso ni lo marcan ni definen unos cuantos. Lo que se quiere hacer, hacia dónde se pretende ir para poder llegar, lo delimitan los que han organizado en el tiempo un modelo de convivencia. Si ésta se enmascara, se difumina, se pone rara convirtiéndose en un espejismo; seguramente que se abrirán nuevas calles, se recalificarán suelos, se dibujará con alardes de grandeza un nuevo paisaje que, sobrepuesto en el actual, en nada se parecerá, se ensancharán las aceras y se pondrán nuevos arbolitos y barrocas farolas por donde apenas la gente sí transitará; se dará prioridad al coche; se mirará desde lejos aquel que era vecino de siempre y que ahora, ausente, busca lo que cree le ha pertenecido desde años y se le hace difícil encontrar; se harán parques, jardines, hoteles, se montarán industrias, se llenará de gente, o no, y se gestará un nuevo Tacoronte. Pero eso no es el progreso, sólo una pequeña parte del mismo. Si así se entendiera sería un objetivo romo, sin enjundia, sin calor, desajustado.

El progreso no es sólo la vía, ni la calle o el asfalto. Todo esto contribuye, se supone, a sumar aplausos y a fortalecer voluntades, pero si no aconteciera así y el aplauso fuera tibio entonces se habrá retrocedido porque por ese sendero la gente no quiere transitar.

Se debe establecer perfectamente la simbiosis, el apareamiento entre el paisaje, la identidad, la cultura de años y las opiniones de los que diseñan nuevos espacios para tender al equilibrio y continuar mirando hacia adelante sin resabios, sin desencuentros y malos humores que habrá que evitar y hacer un esfuerzo hasta lo imposible para que no ocurra. La convivencia, cuando es universal y se establece con una lógica adecuada, siempre será bien recibida.

Seguro que Tacoronte seguirá respirando su aire, que su horizonte no se acortará por el tapón de grandes edificios o similares, seguro que sus espacios verdes no se verán estrangulados por más construcciones y por la voracidad de los promotores y que se huirá de modelos de ciudades que no encajan en su entorno que dibujarán otro marco, tal vez no tan gratificante como el de ahora.

Seguro que Tacoronte va a caminar hacia adelante, no por sí solo, sino con el empuje de todos donde las nuevas normas, las nuevas daciones no se enquisten aquí o allí, se desabrochen, corran, fluyan las ideas sin acantonamientos ni prejuicios establecidos. Seguro que va a ser así y desde esa posición Tacoronte quedará como referente dentro del espacio canario de cómo se debe hacer, como se debe pensar y qué hacer con un territorio concreto empujado hacia adelante con un nuevo modelo de participación en el que todos son actores. Donde hay apuntadores, diseñadores y donde el vecino tenga también un papel tan importante como los anteriores, que no es otro que se le dé opción a estar presente desde la discusión y debate previos hasta las resoluciones definitivas, o cuasi definitivas, que sobre su espacio convivencial están interviniendo. Si fuera así, no cabe duda, el pliego de alegaciones quedaría como una reliquia inservible y poco operativa.

Seguro que el nuevo Tacoronte que se pretende desarrollar va a contar con el aplauso de todos, pero para ello habrá que empezar por el principio, iniciar el proceso, porque los políticos pasan, los técnicos igual, pero los pueblos quedan y el nuevo Tacoronte debe ser producto del refrendo y trabajo de todos, sin exclusión alguna.