SIENTO MUCHO tener que decirlo, pero hay momentos en los que el comportamiento de la clase política, en general, produce una cierta sensación turbadora. Lo que está ocurriendo en Caja Madrid compone uno de esos momentos e ilustra a la perfección hasta dónde puede llegar la marea. Escribo con cierto desconocimiento de causa, porque las partes implicadas desmienten con sospechosa unanimidad la existencia de cualquier pacto "político" subterráneo para colocar en la presidencia de la jugosa entidad a "su" candidato -persona, se supone, manejable en tan sustancioso cargo-.

Pero pasa como con las meigas: no existirán los pactos, pero haberlos, haylos. En diversas direcciones. Y en ellos participan desde las distintas fracciones del PP como las distintas del PSOE y de los sindicatos: nadie se libra de pretender lograr su cuota de influencia en la Caja, que, sin embargo, todos coinciden -de boquilla, desde luego- en que debería ser un organismo financiero ajeno a los tejemanejes de la política.

Ignoro quién, al final, se alzará con el santo y sobre todo, con la limosna: puede que gane la presidenta de la Comunidad de Madrid en su apuesta por su "número dos", dicen que en connivencia con los socialistas madrileños y contra el comité federal del PSOE. O puede que gane el alcalde de Madrid, aliado con Mariano Rajoy y puede que con el PSOE federal, para colocar a un técnico próximo al PP y que ya ocupó un alto cargo con Aznar. Incluso cabe que sea un "peso pesado" del PP, que ocupó la vicepresidencia del Gobierno, quien aterrice, pese a su escasa voluntad, en la supercaja.

Quién lo sabe; posiblemente, ni el vencedor en la pugna sepa aún si se sentará en el sillón de la Torre de Kio. Pero, gane quien gane, eso nada tendrá que ver con el concurso de méritos, ni con la voluntad de los impositores, ni con el mejor o peor funcionamiento de la cuarta entidad financiera española, precisamente en momentos en los que menos conviene jugar con las cosas de comer.

Y si, al menos, el caso de Caja Madrid fuese el único, podríamos hasta encontrar un cierto consuelo. Pero ya sabe usted que, aun siendo el más espectacularmente escandaloso, no es el único. Hay quien, desde Cataluña, pretende subvenciones oficiales a su mala gestión, como ocurrió con Castilla-La Mancha, o como está a punto de ocurrir en Andalucía, o como...

Para quienes creemos en el necesario respeto a sí misma de la clase política, la escandalera en torno a la presidencia de Caja Madrid ha hecho que este jueves no sea un día demasiado bueno. Y es que resulta ya urgente alterar el funcionamiento de las cajas, que se hace insostenible. Y mientras, en el Congreso de los Diputados, las fuerzas políticas discutiendo sobre unos Presupuestos para el año próximo que, una vez más, poco tendrán que ver con la situación real. Ya digo: qué ocasión se ha perdido para hablarles a los ciudadanos con un lenguaje de regeneración. Y de sentido común.