EN DEFENSA de la vida humana, celebrada el sábado en Madrid y en otras ciudades españolas. Supuso una de las manifestaciones de mayor protesta conocidas en la democracia.

Y, ahora ¿qué?:

Nuestro presidente, don J.L. Rodríguez Zapatero, despachando con sus tópicos despectivos habituales a todas estas miles y miles de personas que se hicieron presentes en Madrid y no menos numerosas las que estuvieron unidas desde sus hogares y desde sus puestos de trabajo.

El presidente del Congreso de los Diputados, don José Bono, ¿seguirá confundiendo que la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo no es "interrumpir", sino matar un ser humano?

Que sobre su confesión cristiana y su aspiración a seguir a Cristo está primero, como socialista, seguir la disciplina de su partido, el PSOE, aprobando esta ey que intenta matar a seres humanos, no nacidos, como un derecho que se concede a las propias madres.

Que la humanidad del nasciturus es una evidencia que sólo desde maquinarias de manipulación ideológica que se apoya en poderosas estructuras de interés que procura hacernos peder de vista esta realidad simple y llana: que hay un ser humano no nacido irrepetible y único al que se somete a un proceso de cosificación que despoja de su derecho a nacer.

Si el nasciturus forma enseguida su sistema nervioso, y es plenamente capaz de sentir, ¿nos hemos planteado que cuando un ser humano es abortado -matado- puede sufrir un dolor espantoso, insensible a la propia madre y a un Gobierno del partido político que sea, como el PSOE y sus afines, y que se define democrático porque obra siempre por el bien común de todos los ciudadanos, nacidos y por nacer?

En estos últimos años con más de un millón de abortos en nuestra nación, estos seres humanos ya no están ni estarán nunca entre nosotros en España. Una sociedad que elimina masivamente a sus hijos y a eso lo llama progreso, solidaridad, consenso político, es una sociedad muy enferma, peligrosa y criminal. ¿Cabe mayor monstruosidad que creer que un grupo de ciudadanos poderosos en el Gobierno, en nuestro caso el de la España actual, están legitimados para decidir que otro grupo de congéneres, más débiles e indefensos, no tienen derecho alguno, al privarles del primero y más fundamental: el derecho a nacer?

Los políticos en el poder y fuera del poder democrático o monárquico no están para esto. Para los que se mantienen apartados de la Iglesia, está primero y final, el cumplimiento de la Constitución (1978): "Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral (?) y queda abolida la pena de muerte?" (Art. 15). Y para los políticos que confiesan ser cristianos está, además y primero, la ley de Dios: no matarás.

Lo verdaderamente decisivo para una defensa de la vida frente a una legislación abortista es, pues, el ordenamiento constitucional y la ley de Dios. No se puede poner a "consenso", que ofrece el Sr. Bono, el asesinato de una vida humana antes de nacer, por la misma madre, a través del aborto.

No aceptar esta realidad es entregarse a un presente y a un futuro de España, totalmente truncados por el sectarismo, la insensibilidad y la injusticia. Y esto es una monstruosidad por la que nuestras generaciones serán juzgadas por la historia con la misma severidad con que hoy condenamos los masacres o abusos que, en su tiempo, se consideraban normales y justificadas por una ley, como la del aborto, que el Gobierno del PSOE, actual y pasado, intenta imponer con tanta persistencia y terquedad a todos los españoles.

* Capellán de la clínica S. Juan de Dios