En esta ciudad nuestra ocurren cosas realmente extrañas. Tiempo ha, el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife colocó un rótulo en la fachada de la casa parroquial de la iglesia de la Concepción, en concreto en la esquina que da al barranco de Santos y a la Calle Bravo Murillo, que rezaba "Charco de la Casona", dando nombre así a la calle que discurre paralela a la margen izquierda del barranco. No sé si retirada por las autoridades municipales, escamoteada por amigos de lo ajeno o coleccionistas sin escrúpulos, la cuestión es que la mencionada placa ha desaparecido.

Está históricamente documentada la existencia de una casona, no sé muy bien si mandada a erigir o comprada y luego reformada por el Adelantado D. Alonso Fernández de Lugo a principios del siglo XVI, a orillas de un charco cercano a la desembocadura del barranco.

Hace más de cuarenta años, mi abuelo paterno, que se había criado en aquellos lares, me relató una historia alternativa bastante curiosa. Según él, existía, aún en los albores del siglo XX, un charco permanente en el cauce del barranco, entre el antiguo Hospital Civil y la iglesia de la Concepción, donde las mujeres de la zona acudían a lavar la ropa y los chicos a bañarse cuando hacía buen tiempo. A dicho charco, que tenía comunicación con la mar, solían acceder con la subida de la marea, peces de distinto tamaño, que los lugareños se afanaban en atrapar. Cierto día se coló un cazón, y un grupo de muchachos logró acorralarlo contra la orilla, pero una de las lavanderas, que había observado toda la maniobra, los apartó a empellones alegando que ella lo había visto primero.

Se acercó resueltamente, le echó mano y logró cogerlo por la cola, instante en que el animal, al verse atrapado, giró la cabeza hacia atrás y le asestó tal mordisco en el brazo, que no tuvo más remedio que soltarlo, con lo que, aprovechando la confusión, el cazón huyó a toda pastilla.

Los chicos se desternillaron de la risa y, a partir de ese lance, la apodaron "La Cazona" y por extensión lo de "Charco de La Cazona".

Nuestro seseo permite perfectamente la viabilidad de la historia.

Miguel Ángel G. Yanes

El pueblo cuenta

Leyendo uno de los comentarios de D. Francisco Ayala sobre los desmanes que se han cometido en Santa Cruz con un patrimonio que se dice pertenecer al pueblo y que jamás se cuenta con él, está el de la plaza de España.

Cada vez que veo una foto de cómo era antes, me entra una congoja y una rabia interior contra los responsables del destrozo que allí se hizo. Cuatro personajes que, creyéndose dueños de la capital, deciden y ejecutan a su gusto pasando olímpicamente de la opinión y sentir del pueblo. Lo único que se pudo salvar de dicha plaza fue la Cruz de los Caídos, por las protestas de muchos ciudadanos para que permaneciera allí, pues la idea era cargársela también.

Hoy vemos el resultado de lo que hicieron estos "genios" que nos gobiernan: una fría y gris explanada con una charca exenta de belleza, y en un rincón, la Cruz de los Caídos, que parece triste y resignada a su suerte. Hoy, dicha plaza es sólo un lugar de tránsito para cruzar hacia Los Paragüitas, cabildo o plaza de Candelaria. Nadie se para allí porque no hay nada que mirar.

Nos han colocado un atrabanco extraño en lo que fue nuestra querida plaza de España, lugar de encuentro, descanso, paseo y disfrute de los niños. Enhorabuena a los responsables. Se debería colocar en su entorno una estatua de todos ellos para que se avergüencen de lo que hicieron a su pueblo, al que ignora, salvo cuando hay elecciones.

Y como esto, hay muchas cosas más que todos conocen: plaza de La Paz, balneario, Las Teresitas y, últimamente, el Parque Marítimo. Por cierto, el balneario nunca se cerró al público hasta que un buen día los de siempre decidieron cargárselo, también dejándolo morir de viejo y jorobando una vez más a los chicharreros.

J.V.B.