ANTE la desagradable presencia del inefable Juan Fernando López Aguilar en una emisora canaria de TV, las cuales se han multiplicado, cual pandemia televisiva, con la colocación de aparatejos para ver la Televisión Digital Terrestre (TDT) en estos peñascos, que decía Ernesto Salcedo, a uno le vienen a la memoria aquellos auténticos valores que posee en sus filas el Partido Socialista y que, después de formar parte, realizando labores encomiables, de varios gobiernos autónomos y de desempeñar un importante papel en la política nacional, ahora están lo que se dice arrimados o separados de la política activa, quizás por aburrimiento o por falta de ilusiones ante la sucesión de desastres que está cometiendo don José Luis Rodríguez Zapatero y su Gobierno, que es más bien un desgobierno.

¿Qué pasa con verdaderas, capacitadas, valiosas e indiscutibles figuras como José Segura, Julio Pérez, Jerónimo Saavedra, Manolo de la Rosa, Antonio Martinón, María Dolores Pelayo, Pedro Anatael Meneses? ¿Es que los talentosos gerifaltes actuales del PSOE no tienen otra representación en los órganos políticos canarios que este sujeto impresentable, maleducado y mal compañero, odiado más que querido, incluso por sus mismos compañeros, individuo que, pese a sus orígenes canarios, provoca aquí mismo, en su tierra, más repulsión que afecto y que no tiene otros méritos que ser limpiaculos, con perdón, de su muy amado presidente Zapatero? ¿Por qué Saavedra, en vez de ocuparse de ese bajo cargo de alcalde canarión, no se presenta de nuevo a las Autonómicas de Canarias, después de haber sido uno de los mejores presidentes que ha tenido nuestro Gobierno? ¿Por qué Pedro Anatael Meneses no repite en la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife, después de haber sido quien mejor ha ocupado ese puesto, hoy en manos de quien, aunque con buena voluntad, no calza la zapatilla a Meneses en la materia?

Hay algo positivo, no obstante, en este terreno de arrimar a los buenos y poner en los cargos a amigos, aunque sean mediocres o ineptos. Es la noticia de que María Dolores Pelayo, esa ex diputada, casi alcaldesa -que ojalá lo hubiera sido- de Santa Cruz, esa magnífica abogada y esa excepcional política, parece que va a ocupar la Diputación del Común de Canarias, que deja, reglamentariamente, un muy querido amigo, el magistrado Manuel Alcaide, estimado compañero de tareas universitarias en La Laguna, aunque en Facultad distinta. Alcaide deja una labor bien hecha, como era de esperar en persona tan competente y tan buena y justiciera.

A Loly Pelayo, como la llamábamos el malogrado Ernesto Salcedo, un servidor y otros amigos que la apreciamos, la queremos y valoramos su formación y sus méritos, se le reconocen sus valores y sus logros. Será también una magnífica Diputada del Común. No lo dudo.