LANZAROTE es una isla que ha sido sometida desde los viejos tiempos a los vaivenes de la aventura, unos favorables y otros no tanto, en lo que respecta a invasiones, saqueos, erupciones y hasta tráfico de esclavos, siendo precisamente Teguise una de las tentaciones más deseadas para el desbarajuste por plaza importante y capital de la isla que fue.

Pues bien, haciéndose eco de historias pasadas, aparece de nuevo en Lanzarote, y a raíz de la operación elaborada para desembocar en la moción de censura del pasado sábado en Teguise, la aventura. Tras esa moción de censura, el alcalde José Dimas Martín fue desalojado de la alcaldía por el candidato de CC Juan Pedro Hernández. Esta movida política, vista así desde la simplicidad y dentro de los esquemas enmarcados en la Constitución y los reglamentos, está dentro de lo posible y así aconteció. Se gestó y se ejecutó.

Argumentos cuando se propone una moción de censura en contra de este o aquel alcalde hay todos los que se quieran esgrimir, tales como que la desestabilización a la que está sometida este o aquel ayuntamiento es alarmante, y que por lo tanto hay que reconducirla; que la irresponsabilidad del grupo del gobierno del consistorio es acuciante y hay que poner el remedio porque, si no se hace así, el pueblo se va al garete; o que el pueblo fue quien, con su voto, puso a unos en la oposición y a otros en el gobierno y está cansado de monsergas, aunque sólo haya transcurrido la mitad de la legislatura. Todo es válido y de todo se dice, menos lo que está en juego, que es la posesión del poder a toda costa y los personalismos, aunque se vaya en contra de lo refrendado en congresos y en programas electorales. Y ante esto es el asombro lo que se instala en el ánimo de los que circulan a pie.

Con referencia a lo acaecido en Teguise, sí que nos parece lamentable e inexplicable. Y no por las pretensiones del PSOE al querer barrer, como dicen, del mapa político de Lanzarote a los imputados y corruptos del PIL. Ellos también los tienen, no nos olvidemos. Saben de la presencia y fuerza que tiene el PIL en la isla, por lo que entienden que para ellos sea el enemigo a batir, aunque para conseguirlo no les importe aliarse con el mismísimo diablo, que para ellos es CC, de la que han dicho las mejores y mayores lindezas, desde que son corruptos y hasta indignos de estar en la vida política. Ahora sí que habrá que ver y esperar qué dirá la coherencia de López Aguilar en el próximo discurso verborreico sobre ética y política.

Pero lo que se nos hace difícil entender, aunque el alcalde actual sea de CC, es que se haya pactado con el PSOE para mandar a la oposición a un partido nacionalista canario haciéndole el juego al nacionalismo español, poniendo en entredicho los objetivos y proclamas congresuales. Y más aún cuando se ha apostado por la unificación del nacionalismo, que es una tarea ineludible y que no hay que abandonar, sino reforzar cada día que pasa. De ahí que lo de Teguise, para el nacionalismo canario, haya que considerarlo como un paso atrás y una herida abierta difícil de cerrar que complicará el proyecto. Ojalá me equivoque.

La unidad del nacionalismo canario es prioritaria para cualquier cuestión política de envergadura que se pretenda elaborar para las Islas. Por eso, insisto, lo de Teguise nos parece (sus razones tendrán, no lo dudo, pero serán aldeanas y carentes de enjundia nacionalista) una de las maniobras de los últimos tiempos que dejará mal sabor de boca al ser del todo inconsistente e inconsecuente.

Por ese camino poco se podrá hacer en pro de la unificación nacionalista, y menos aún teniendo como compañeros de viaje a los que se desgañitan por situar en la picota al nacionalismo canario.

Si los nacionalistas no somos coherentes con lo que decimos y hacemos el juego al contrario, mal asunto. Aun las pequeñas movidas políticas, como puede ser esta de Teguise, deben ser motivo de reflexión por los que deciden acuerdos y defienden las resoluciones congresuales y que están dirigidas hacia la unidad nacionalista. Pero cuando llegue el momento de unirse (podría haberse dado un acuerdo PIL-CC) este quiebra por los dichosos y atávicos personalismos, no sólo la política de altura de miras quedará tocada, sino que también los objetivos serán inalcanzables y, una vez más, será la frustración la que se instale en la conciencia de los nacionalistas canarios. Y así no se llega a ninguna parte.