SUELE culparse a los políticos de los males que nos aquejan. No cabe duda de que alguna responsabilidad deben tener en lo que sale mal. Somos nosotros, sin embargo, y no hipotéticos seres de otros planetas, quienes han elegido a esos políticos. Por lo tanto, cierta culpa también tendremos. Asunto distinto son los políticos que mienten. Una cosa es mentir y otra ser un mentiroso. A un colega le cayó un paquete hace años por no precisar dicha diferencia en uno de sus artículos en el que, para más inri, demostraba que cierto político local había dicho cosas totalmente falsas. El juez estimó que mentir una vez -o diez, si ese hubiera sido el caso- no reduce a nadie a la categoría de mentiroso. Mentir, por ponernos majaderos con el asunto, tampoco es dar una información falsa..., siempre que se desconozca su falsedad. Dicho de otra forma, la ignorancia no tiene nada que ver con el embuste. Engañar es decir una falsedad con perfecto conocimiento de lo que se hace.

Establecidos estos prolegómenos, cabe preguntar si Zapatero y sus ministros conocen que es imposible atender todas las demandas de subsidio para desempleados que han agotado el cobro de sus prestaciones, sin poner la Hacienda pública al borde de la bancarrota en pocos meses. Probablemente, sí. ¿Son, por lo tanto, mentirosos políticos? Definitivamente, no. No porque cabe suponer que alguna vez dicen la verdad; un extremo que presupongo por mero cálculo de probabilidades, no porque tenga a mano ninguna evidencia fehaciente de ello. Eso sí, como las decisiones abruptas hay que matizarlas incluso en política,

la disculpa para dejar fuera del derecho a esos 420 euros de nada es una fecha: quienes hayan dejado de percibir las mencionadas prestaciones por desempleo después del 1 de agosto se quedan fuera. El hecho de que no haya café para todos -porque no puede haberlo- se utiliza para prolongar un poco más el período de quienes tienen la taza medio llena; o medio vacía, según se mire. En definitiva, recortando el reparto se prolonga el subsidio.

Pese a todo, y vuelvo al principio, es injusto cargar sobre los políticos el cien por cien de la responsabilidad. España en general y Canarias en particular están sobrellevando peor la crisis que otros países europeos porque los años de bonanza no fueron sino los años de la burbuja inmobiliaria; ese estado de cosas que negaban quienes ahora se echan las manos a la cabeza y no se alcanzan. ¿Algún empresario pensó en otra cosa que no fuera el ladrillo, a cambio de ganar menos pero con la contrapartida de la solidez? Sí, algunos lo hicieron, aunque fueron pocos. La mayoría se entregó a la orgía del cemento porque eso suponía dinero fácil y abundante. Ahora hay que reconducir la situación, si bien no es fácil. El campo -acaba de decirlo la consejera de Agricultura en el caso de Canarias- no puede absorber el excedente de mano de obra de la construcción, y la industria está muy desmantelada por exigencias de la UE. Durante décadas nos han subvencionado para que seamos una economía de servicios compradora de productos industriales, en vez de competir con los nuestros más allá de los Pirineos. No nos queda, por lo tanto, otra salida que racionar el café. Como en los primeros años del franquismo, por si alguien no se acuerda.