NOS DUELE LA RAZÓN y nos produce dolor de cabeza cada vez que pensamos en los sinvergüenzas políticos que sólo se preocupan de engordar sus bolsillos y de estar en primera fila. Su propósito no es el patriotismo ni la defensa de sus conciudadanos, sino el bienestar personal. Es tal su egoísmo, que no les preocupa sacrificar todo aquello que contribuiría a mejorar la vida de los canarios. No sólo ese ya citado bienestar económico -lo cual no es poco en tiempos de crisis como los actuales- sino incluso la libertad, el honor y la identidad de un pueblo noble y sacrificado durante seis siglos por el yugo colonial de los españoles. No comprenden esos políticos, porque son unos indecentes, que la libertad es el bien más preciado de todo ser humano.

Canarias debe recuperar su libertad y convertirse en Estado soberano, pero siempre siguiendo un camino pacífico. Recuerden nuestros lectores que siempre hemos condenado la violencia. Jamás nos reiremos de hombres como Mahatma Gandhi, que con su pacifismo logró liberar a la India. No nos reímos de Gandhi, como decimos, pero algunos tienen a bien reírse de EL DÍA y de su editor porque, también por una vía pacífica, queremos conseguir la independencia de Canarias. Reírse es lo que ha hecho y sigue haciendo con nosotros un canarión; un individuo repugnante al servicio de la Metrópoli y de Las Palmas, de la tercera isla, de la más egoísta y desangelada de todo el Archipiélago, que no quiere enterarse de que el pueblo canario sigue oprimido con la careta de comunidad autónoma porque él, corto de miras y proclive al servilismo, prefiere ser lacayo antes que un hombre libre.

Todos los días podríamos hablar de infinidad de aspectos relativos a la libertad de Canarias. Hechos que siempre convergen en uno sólo: la incongruencia de que estas Islas se mantengan como colonia a las órdenes de personas que no son de aquí sino de la Península. Políticos malvados e incompetentes, además de ridiculizados y despreciados por otros dirigentes europeos, como los que padece España en estos momentos.

De nuevo nos duele la razón y la cabeza cuando oímos opiniones relativas a la validez de la Constitución española para el futuro de Canarias. Constitución que acatamos pero que no aceptamos porque nos deshonra al calificarnos de españoles. No somos españoles sino canarios, desgraciadamente sujetos al vasallaje físico, económico y hasta familiar de los peninsulares. ¿Qué canario o canaria cree en su fuero interno que es mejor ser un español o una española colonizada, que ser libre dentro de su territorio y, lo que es mejor, poder administrar la propia hacienda para mayor bienestar personal y colectivo?

En recientes visitas por diversos países del mundo y de Europa nos han dado ganas de llorar al comparar lo mal que vive el pueblo canario frente al progreso de otras naciones libres. Hemos visto países limpios, sin un solo graffiti en sus paredes, con orden en sus calles, con buenos precios en sus comercios, buenas costumbres y atuendo adecuado en sus ciudadanos. Hemos visto a personas capaces de educar a sus hijos como gente de bien, que no tienen que obedecer órdenes de un socialismo comunizante, abortista, anticristiano, islamista, antifamiliar y contrario a las buenas costumbres de siempre. Un socialismo que se vale de testaferros para que nos envíen cartas vergonzosas, como la que nos remite una señora imprudente y manipulada. Señora a quien le recordamos que la libertad que queremos es la que emana de la dignidad de ser ciudadanos, no siervos. No queremos ser criados de ninguno de los gobiernos que usted aprecia. Gobiernos que amenazan -parece que usted y su portavoz- con brigadas del amanecer, embargos, motoristas, cierres de empresas..., y olvida las checas. Señora, la libertad que queremos, de la que carecemos, es la libertad que quiere Dios para sus criaturas humanas: dignidad, identidad, honor, bienestar, paz, no vivir sometidos a ningún semejante ni autoridad política de partido, ni de ser pobres por culpa de estos. La libertad de ser dueños de nuestros bienes y riquezas; dueños de nosotros mismos, no siervos; la libertad de los seres libres, no la servidumbre de los esclavos. Dignidad y amor a la gente que padece y no disfruta de la libertad de los pueblos civilizados. Señora, la libertad que queremos es también la libertad que no insulta ni amenaza ni atenaza. En fin, la libertad que gozaban nuestros antepasados y que les arrebató España.