Si ustedes tienen la sana costumbre de pasear por su ciudad, he dicho pasear, no andar por sus calles, con toda seguridad se habrán dado cuenta de un montón de detalles, que sin duda habían pasado desapercibidos hasta la fecha. Temas de decoración en algunos edificios, de conservación, estéticos, menos estéticos y también reflejos de diferentes ordenanzas municipales. Un sinfín de pequeños o no tan pequeños datos que con toda seguridad deben llamar su atención.

Por ejemplo, en la superficie que resulta de la unión de la plaza Isla de la Madera, y el teatro Guimerá, amplio espacio con no demasiada ocupación habitualmente, había un letrero municipal prohibiendo el uso de todo tipo de patines y monopatines. Pues bien, los patinadores decoraron la plaza dándole un toque simpático. En este momento, el toque ha debido ser más contundente, ya no hay placa. El poste sigue "in situ".

En la prolongación de Ramón y Cajal, en el extremo inferior del parking, supongo que ha sido el ayuntamiento quien ha construido una pista para los patinadores, que se ven obligados a compartir con disparados y disparatados ciclistas que les disputan la titularidad del lugar. En el puerto de la Cruz, han tenido el valor de colocarlo en la mismísima puerta del cuartel de la Policía Local en la plaza de Europa.

Pues bien, en una zona que ya nombré, por los ruidos nocturnos que ocasionan los poco hábiles reparadores, de las dolencias del tranvía, entre Ángel Guimerá y Puerta Canseco, que deben saber son los apellidos de un educador del siglo XIX que formó a buena parte de los intelectuales de la época, en esta zona trapezoidal rematada por unos pocos afortunados jardines, ha instalado su pista de operaciones un grupo bastante numeroso de monopatinadores de diferentes edades, que se dan gusto a cualquier hora del día y hasta las once o más de la noche, según día y temperatura, utilizando el mobiliario urbano para demostrar sus habilidades, sin respetar nada ni a nadie.

Uno de los vecinos de la zona presentó ante la Policía Local una denuncia que, según refiere, fue debidamente tramitada. Pero, siempre hay algún pero, cada día, en cada ocasión que actúen los ruidosos artistas, tiene que llamar a comisaría para ser tenido en cuenta. Las llamadas han ido disminuyendo, mientras el cabreo vecinal aumentando. Ignoro si han tenido oportunidad de comprobar la tabarra, la escandalera, que uno solo de estos sujetos puede organizar.

Los vecinos me han asegurado que no pretenden que estos elementos sean confinados en Fuerteventura -siempre Fuerteventura-, en una zona de arenales, donde difícilmente podrían utilizar sus juguetes. Y yo les creo, parece gente seria.

Desconozco qué concejalía debe tomar cartas en el asunto, pero no estará de más que alguna lo hiciera suyo, eso sí, respetando la integridad de la muchachada.

Decía que eran poco afortunados los jardines, y es que, por primera vez, corríjanme si me equivoco, los jardineros dicen que los jardines están para que los perros del vecindario hagan sus necesidades, mayores y menores. Esto no es habitual, también es cierto que todos los perros no son iguales, faltaría más.

He omitido decirles que, como la vegetación mayoritaria es césped, al meter las cortadoras se pulverizan los restos orgánicos, aromatizando convenientemente la zona.

José Luis Martín Meyerhans

Oficinas como ésta, muchas

Tenía pensado hacer un comentario al escrito del Sr. Cubillo, del 25 de julio, sobre la desaparición en La Laguna de un bar llamado "La Oficina", cuando, el domingo 2 de agosto, el señor don Miguel Suárez Santana en una "Carta al Director", ambos escritos en este mismo diario, le brinda una cumplida respuesta que, como supongo, firmaríamos todos los lectores más o menos sensibles a las aficiones literarias pero, eso sí, con los pies en esta tierra, que un día nos acogerá, como a todos los poetas y personalidades que recuerda el Sr. Cubillo frecuentaron ese monumento destinado, al parecer, a la bohemia y la poesía, que jamás debió desaparecer. ¡Vaya por Dios, qué contratiempo! Porque oficinas como esa, del mismo nombre y contenido, las hay en muchas partes y los que hemos vivido y aún vivimos, a Dios gracias, en Madrid, recordamos la existente en la calle del Carmen, más allá de donde vive Consuelo Matos, casi enfrente de la iglesia, en la esquina con Galdós, que se prolonga por la calle de la Salud, en cuya esquina con la plaza del Carmen hay un hotel muy frecuentado por canarios. Y como ustedes se pueden suponer, lo de preguntar "donde está Fulano" y responder "en la Oficina" era entonces y me imagino que de siempre, un chiste de fácil aplicación con las variantes que ofrece de todo tipo y color.

El desde ya, y con su permiso, amigo Suárez Santana responde ampliamente a los etílicos cantos de don Antonio Cubillo que, eso sí, nos recuerda una serie de versos de habituales contertulios de aquel lugar, lo que es de agradecer, pon a cada cosa lo suyo. Pero, para mi asombro, en una persona de la formación del independentista Cubillo, a quien hay que reconocer su constancia en sus ideas que poco menos que le costaron la vida allá por las Argelias, cuando el expresar públicamente esas ideas comportaban un certero riesgo, no como ahora en que todos nos hemos convertido en líderes de la patria canaria, lo asombroso es que le atribuya a una tienducha donde se vendían vinos el carácter de histórico y la compare con lugares de parecido perfil en el París ese de la Francia, cuando ni yo la he conocido, porque cuando iba por La Laguna, a estudiar en el instituto de la calle San Agustín o en los meses de veraneo, la tal "Oficina" ni siquiera existía, con lo que resulta que el histórico soy yo y cuantos sean más o menos de mi edad, como José Antonio Oramas, que además es lagunero de postín, Lázaro Sánchez-Pinto, en su retiro de Bajamar, o Francisco Ayala, periodista y columnista de este diario. Que algo nacido el año 44 pueda recibir el carácter de histórico en una ciudad como La Laguna, que es Patrimonio Cultural de la Humanidad, no es que sea injusto sino más bien ridículo y quita todo valor a los merecidos elogios que el Sr. Cubillo hace del local desaparecido, al parecer y en gran parte de muerte natural, aparte de por la oportuna aplicación de la picota.

Descanse en paz "La Oficina" y que la vida lagunera siga siendo faro de nuestra cultura.

José Mª Segovia Cabrera

Madrid

Si les pasa como a mí

Quiero informarles para que no les pase como a mí. Llevo una cafetería en La Laguna y el pasado martes llamo a la oficina de consumo (OMIC) para hacerles una simple consulta sobre la instalación de un datáfono y sus tarjetas correspondientes.

He llamado como unas 30 veces, y cuando consigo comunicarme contestan que el horario es de 9:30 a 1:30. Llamé el miércoles y en toda la mañana nadie cogió el teléfono, el jueves lo vuelvo a intentar y me contestan desde Santa Cruz diciéndome que la consulta me corresponde hacerla en La Laguna, pues es donde está ubicada la cafetería. Llamo de nuevo a La Laguna cuando por fin responden que no pueden atenderme por estar reunidos, pero como mi número de teléfono ha quedado reflejado iban a intentar que alguien me llamase para aclararme las dudas. Son las 13:45 horas y sigo esperando. Y yo me pregunto: ¿tienen ganas de trabajar? o ¿sigo llamando otras veinte veces más?

No entiendo para qué están las oficinas de la OMIC. Se los comento para que estén preparados por si les pasa algo parecido. Gracias.

Alejandro Encinoso Urbano