LA PASADA semana tuvo lugar en el Puerto de la Cruz la celebración de su fiesta mayor, es decir, aquella en honor de la Virgen del Carmen y de San Telmo que, año tras año, viene convocando no sólo a todos los portuenses, sino también a una multitud de foráneos que participan, principal y respetuosamente, en el embarque, procesiones marítima y terrestre y visitas a la iglesia matriz de Nuestra Señora de la Peña de Francia. Todo transcurrió en un ambiente festivo que se prolongó hasta las primeras horas de esa noche. La enhorabuena, pues, a los asistentes y organizadores de estos festejos que crecen y crecen y olvidan enfrentamientos pasados y vecinales de andar por casa.

Somos fieles visitantes del Puerto y, desgraciadamente, asistimos a cómo no se emprenden perentorias obras que volverían a convertir a la primera ciudad turística del Archipiélago en el centro de reencuentros de viejas y fieles amistades. Muchos de los que por allí paseamos lo hacemos por lo agradable que resulta transitar por sus calles, avenidas y plazas, para terminar saboreando un aperitivo junto a la brisa de la playa de Martiánez. Pero, a la vez, confirmamos la desidia evidente de unos equipos de gobierno municipal que, entre enfrentamientos estúpidos, están dejando morir una zona privilegiada, unos establecimientos fuera de tiempo y a unos trabajadores que ven, estupefactos, cómo peligran sus puestos de trabajo mientras en las casas consistoriales se maquinan, continuamente, mociones de censura (es probable que cuando salgan estas líneas Lola Padrón esté en capilla).

El Complejo Martiánez es un formidable ejemplo de transformación de un litoral... sin echarlo a perder. Y es que, detrás de toda esta complicada obra que cuenta, entre otros servicios, con siete grandes piscinas de agua salada, está la figura del lanzaroteño universal César Manrique. Es curioso, pero en sólo tres semanas hemos citado al artista conejero a raíz de las chapuzas que se cometen en Santa Cruz (Parque Marítimo) y en el Puerto de la Cruz (zona Martiánez). Dos de sus obras más populares sufren la desidia de nuestros bienamados gobernantes. De lo vergonzoso que sucede en la capital de la Isla ya hemos escrito aquí mismo. Pero no del horroroso espectáculo que puede observarse a la derecha del complejo citado.

La urbanización La Paz, como su nombre indica, es uno de los más bellos y tranquilos lugares del Puerto. Su situación domina casi todo el valle... y todo el Teide. Pero hay algo que falla garrafalmente: las aguas residuales que se generan allí van a parar al mar, cerca de la piscina que se encuentra bajo un hotel. Es muy desagradable contemplar cómo una franja blanca se extiende desde los acantilados para, arrastrada por la corriente, llegar al fondo de la playa convertida en una nata color caca. Esto es, en pura caca, en detritus. Ignoramos si la depuradora particular existe; si es que existe, funciona y, si funciona, lo hace correctamente. Los hechos dejan ver a las claras que allí hay una grave deficiencia y esto nadie debe consentirlo. A unos metros, unos bañistas de la abandonada playa de Martiánez están a punto de contraer cualquiera de las enfermedades que pueden contagiarse al contacto con estos residuos sólidos y apestosos. Gobierno, Cabildo y ayuntamiento no pueden desentenderse de esta situación que se produce a los pies del inicio de la avenida de Las Palmeras y de la avenida de Colón, donde se sitúan los hoteles a rehabilitar urgentemente. No se ha visto una sola pala limpiando y allanando la playa (es imprescindible otra escollera). Tampoco hay interés, a pesar de que Medio Ambiente ha informado de que en Tenerife existen 115 vertidos habituales (¡habituales!) de agua residuales en el litoral, de los cuales sólo se encuentran registrados 25. De estas aguas, la mayoría se vierten sin depurar o con una depuración precaria, con lo cual se degrada el medio y se deterioran (hay que decirlo una vez más) las condiciones sanitarias de la población. Mientras, a los regidores municipales se les llena la boca cuando hablan del Plan de Turismo 2020, que contempla la renovación de los espacios públicos y privados de la ciudad. Y olvidan, diariamente, este rincón de la playa de Martiánez que, igualmente, se llena a diario de caca procedente de las partes altas del Puerto. Si las cosas siguen así, es probable que hasta San Telmo regrese a Frómista.