HACE unos días, en uno de sus telediarios, la 1 de Televisión Española dio la noticia de que era inminente la entrada en vigor de las nuevas normas que aprobaría el Gobierno sobre la emisión de publicidad en la cadena pública. Creí escuchar, aunque no estoy seguro porque no puedo concebir tanta y tan inesperada ventura, que, al igual que en la TV nacional francesa, todos los anuncios serían suprimidos en nuestra sabia y acertadamente llamada "caja tonta", cuando no era tan tonta y tan gilipollesca como lo es ahora.

Ya dije, en un comentario anterior, publicado en esta columna, que he visto televisión en muchos países de este mundo, en especial en casi toda Europa, en el continente americano de Norte a Sur, alguna vez en África y me falta verla en Asia y en Oceanía. Y aseguro con todo convencimiento que ni en Brasil ni en Paraguay ni en Venezuela, ni siquiera en Cuba, he podido observar programas y emisiones de tan baja calidad como las habituales de la Televisión que se emite en este país nuestro, en el que se ha llegado a una calidad barriobajera insufrible y atentatoria al respecto al pensar y al sentir de los telespectadores que la sufrimos. Recuerdo aquellos primeros pasos de la TV en Canarias, que experimenté tan de cerca que hasta colaboré, junto a varios compañeros de oficio, en esas emisiones. Entonces había responsabilidad en la dirección y hasta en todo el personal que, lógicamente no era del primer nivel porque esos se quedaron en los madriles. Pero aquellas personas tenían tanta preparación en la materia y tanto entusiasmo en el cuerpo, que se atrevían hasta con retransmisiones de actos importantes en las diferentes islas, salvando dificultades casi imposibles y hasta inventando conexiones teóricamente inlogrables como hicieron con la primera retransmisión de las Fiestas Lustrales de la Virgen de las Nieves, Patrona de La Palma, que pude presenciar de cerca, porque asistí a esos actos.

Hay mucha diferencia entre aquel ayer admirable y este hoy abominable, donde un pollaboba de nacimiento como el tal Pipi y una mentecata insufrible como Belén Esteban, que es una especie de pito del sereno femenino, son las figuras sobresalientes de varios idiotescos programas llamados "del Corazón" que yo los llamaría de aquella parte del cuerpo humano por donde se suele defecar. Y creo que, a pesar de lo que he dicho en otros y en este "ladrillo", no he hecho mención ni de la millonésima parte de lo que es y merece echarse en cara a los responsables; a ver si les da un poco de vergüenza, incluido el Gobierno de la TV que se malhace en España. Y, repito, me quedo corto.