DE UNA PERSONA que afirma estar leyendo dos libros al mismo tiempo suele decirse que es pedante, presumida, presuntuosa y que no cabe dentro de su propia ropa. Pues bien: sintiéndolo mucho por quienes así opinan, quiero comunicarles que estoy metido de lleno en dos libros, simultáneamente. Suponiendo, claro está, que el adverbio simultáneamente valga para explicar (creo que sí) que leo uno durante la tarde y el otro cuando me acuesto y he tomado ya la infusión de salvia para regular la tensión arterial sin utilizar fármacos.

Dejando el introito, entro de lleno en materia para aclarar que los libros en cuestión tienen estos títulos y estos autores: "Artículos", de don Mariano José de Larra (1809-1837), y "Memorias", de don César González Ruano (1903-1965). Los dos escribieron, a lo largo de sus cortas vidas (28 y 62 años, respectivamente), sobre todo artículos costumbristas o sociales, aunque el teatro y la poesía no les fueron ajenos en sus respectivas trayectorias literarias.

Me preguntarán ustedes qué motivos me han llevado a la simultaneidad en la lectura. A poco que se piense en ello, se comprenderá que hay muchas similitudes entre ambos autores. Por lo que respecta al lenguaje existen detalles que me han interesado, no siempre positivamente, y no me gustaría pasarlos por alto. (Tanto las coincidencias como los contrastes). González Ruano, en la crítica social, parece más benévolo que Larra; a no ser que se trate de simples apreciaciones mías, que no se acercan a la realidad. Pero, además, hay otros detalles interesantes y muy significativos. Don César no parece estar bajo influencias extrañas, aunque alguien me ha dicho que está próximo a Azorín. Puede que haya algo del propio Larra, pero... Don Mariano, por el contrario, no tiene inconveniente alguno en reconocer que no sólo imita sino que copia, que plagia cuando es necesario. Y, para que vean los lectores que no me invento las cosas, leo las propias palabras del autor y se las traslado a ustedes. Así podrán observar lo sincero que se muestra este escritor casi más conocido por "Fígaro". Lean:

"Cuando no se le ocurre a nuestra propia imaginación nada que nos parezca satisfactorio, robaremos donde podamos los materiales, apropiándonoslos íntegros o mutilados; traducidos, arreglados o refundidos; citando fuentes o apropiándonoslas descaradamente (...) Vale más divertir con cosas ajenas que fastidiar con las propias". Recuerdo que, durante el bachillerato, cierto profesor nos aseguró que en Literatura está permitido el robo si va acompañado de asesinato. Y se comentaban situaciones como las que decimos de Larra. Y es que don Mariano superaba siempre al desconocido escritor copiado. O no tan desconocido, porque había de todo. Para Larra, el plagio no era siquiera pecado venial. Con tal de superar al escritor plagiado... Creo que no se puede ser más sincero.

Pienso ocuparme más ampliamente de los dos libros que estoy leyendo, pero más adelante, cuando haya profundizado algo en lo que aún me queda por leer. Sin embargo, puedo adelantar que Larra me parece un ser contradictorio, en lo que también ustedes estarán de acuerdo. Creo haber dicho ya que su crítica de la sociedad es dura y despiadada. Pero también suele presentarse como hombre comprensivo con el proceder de los descarriados. Su artículo "Un reo de muerte" me parece un buen ejemplo de lo que afirmo.

Por lo que respecta a González Ruano, su prosa, más actual por motivos cronológicos (no es lo mismo el XX que el XIX), ofrece páginas no sólo brillantes, sino de una profunda humanidad. Las que dedica a contarnos su amistad con don Gregorio Marañón bastarían para que el lector quedara prendado de su modo de decir. Ahora comprendo perfectamente los motivos que llevaron a Andrés Chaves a hacerme llegar este libro de Memorias del singular articulista. Se ve que mi amigo estaba convencido de que habría de serme muy grata su lectura. Acertó plenamente el bueno de Andrés.

Concluyo diciendo que, con laísmos y con leísmos; con críticas duras o benevolentes; con anécdotas del siglo XX o del XIX; con política o gastronomía; en guerra o en paz... seguiré leyendo hasta el final y con el mayor agrado estos dos libros de forma simultánea. Y me atrevo a sugerir a los lectores de este artículo que me imiten en la tarea. No con Valle-Inclán y Santa Teresa, por ejemplo; pero sí con Quevedo y Umbral, también por ejemplo.