ES UNA ORGANIZACIÓN que cumple su noventa aniversario. Sigue empeñada, junto con muchísimas otras, en ayudar a los niños que han tenido la "suerte" de venir al mundo en países atormentados por las guerras, la pobreza, el hambre y la falta de libertades. Todo junto. Unos mil millones de críos, quédense con la cifra, pululan sumergidos de lleno, dentro o alrededor de zonas en conflicto, normalmente arrastrados o reclutados por los bandos, violados y esclavizados por la brutalidad que los rodea. Mil millones.

Canarias puede visualizar desde cerca tamaña incongruencia del siglo XXI, en la que la opulencia y desarrollo "occidental" chocan frontalmente con un mundo desestructurado, carente de coordenadas, que podemos esnifar prácticamente en el patio de casa. En África.

Mientras a tres horas de avión hacia arriba podemos asistir a un despliegue galáctico de medios materiales, a tres horas hacia abajo nos encontramos con el panorama contrario. Con el desastre, con la miseria, con la desesperación...

El director de Save the Children, D. José Miguel Contreras, ha afirmado que uno de cada tres niños en países en conflicto no recibe educación, lo que equivale a 39 millones de niños y niñas, y que, desde 1990, el 80 por ciento de las víctimas civiles de guerras han sido mujeres y niños. Ha afirmado que durante la última década dos millones de niños fueron asesinados en conflictos armados, seis millones resultaron heridos y otros veinte se vieron obligados a abandonar sus casas.

El fotógrafo D. Gervasio Sánchez ha mostrado una selección de imágenes sobre el sufrimiento infantil que ha captado en más de quince conflictos, y ha confesado que es periodista por la impresión que le produjo visitar de estudiante el Museo del Holocausto en Israel.

Sánchez ha denunciado que la guerra es "imposible erradicarla" porque es "un gran negocio" en el que España es la octava nación a nivel mundial en venta de armas. Ha recomendado a Save the Children un nuevo eslógan: "Salvemos a los niños de nuestras armas".

Ellos cuentan historias personales:

Edwin Tholley, ex niño soldado de Sierra Leona, tiene 22 años y vive y estudia en Almería porque en su país alguna persona le podría reconocer como asesino de su familia y se vengaría. Drogado y con doce y trece años tuvo que obedecer a sus jefes porque el negarse a asesinar era "la muerte segura".

Zlata Filipovic, de 28 años y conocida como la Anna Frank de Bosnia, vivió desde los 11 a los 13 resguardada en su casa por temor a los bombardeos serbios, teniendo que olvidarse de lo que le gustaba: el colegio, el tenis, quedar con amigos y ver la tele. Escribió un diario que hoy recuerda cómo niños europeos de clase media también han perdido su niñez por la guerra.

Y sucede en todos los continentes: en Europa con los conflictos de Serbia, de Chechenia, de Georgia... En Asia, con Gaza, Afganistán, Laos, Sri Lanka, Pakistán... En América con el último caso de la sequía que azota la región del Chaco en Paraguay. Con una población mayoritariamente indígena y campesina, la falta de alimentos, una negativa previsión y el brote de enfermedades, hacen evidente una emergencia todavía no declarada, o lo que ha sucedido en el Perú con el levantamiento armado de más de setenta tribus indígenas.

Aunque especialmente es en África donde se cometen las mayores perversiones. El continente del que formamos parte geográficamente y del que tomamos las raíces ancestrales de nuestra cultura y razón es el foco del mayor de los desequilibrios del planeta.

Un ejemplo de los entornos en los que trabaja Save the Children: Níger es uno de los peores países del mundo para vivir, según el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas. Con una población de cerca de 14 millones de personas, el 46% es menor de 14 años, muchos niños y jóvenes no asisten a la escuela, no tienen acceso a un sistema de salud ni disponen de alimentación adecuada. Dos niños de cada tres viven por debajo del umbral de la pobreza y uno de cada cuatro muere antes de los 5 años. En 2005, una sequía y una plaga de langostas diezmó aún más los cultivos.

Canarias tiene que jugar un papel de líder en cuanto a "conducto racional hacia el desarrollo" y como modelo asequible y sustitutivo a las redes corruptoras de explotación impuestas por las metrópolis.