DESPUÉS de algún tiempo, el domingo último estuve en el Puerto de la Cruz y, por la casi soledad de sus calles y sus plazas, en especial de ese verdadero punto de encuentro que es la típica, bella y tan singular plaza del Charco, me pareció una ciudad distinta. Ha disminuido hasta el tráfico de automóviles con que solemos acudir los festivos a esa entrañable ciudad, de la que tenemos tan buenos recuerdos no sólo los chicharreros, sino los canarios de todas las islas que alguna vez la han visitado. Hasta el popular bar Dinámico, que es una indiscutible seña de identidad de la que fue primera ciudad turística de Canarias, parecía con muchas mesas vacías en un domingo, en el que, en otro tiempo, había casi que guardar lista de espera para ocupar un sitio en la amplia terraza frente a la incomparable ñamera sobre la que escribió aquel precioso y sentido artículo la escritora María Rosa Alonso.

Otra cosa que eché en falta fue el acostumbrado bullicio de los domingos en torno a aquella fuente central, donde llamaba la atención el continuo paso de turistas vistiendo sus pocos comunes indumentarias, que los distinguían. Ahora pasan poquísimos, porque dicen que la crisis los retiene en sus países. Y si pocos son los que se ven en los concurridos lugares del centro, es raro el turista que se encuentra en las populares y pintorescas vías del barrio de La Ranilla, calles que parecen más aburridas que nunca. En la plaza del Charco, que fue la última de las plazas españolas en Tenerife donde se practicaba el paseo familiar a manera de noria, ya nadie pasea. Las casetas y los kioscos siguen abiertos en su mayoría, pero son pocos los compradores que se acercan a ellos. Cosas de la crisis.

La cosa va mal con signos de empeorar. El vicepresidente de la Asociación Hotelera y Extrahotelera del Norte de la Isla (Ashotel), don Juan Antonio Rosado, ha declarado a este diario, según publicó en su número del pasado domingo, que "pronto pasará la que ha sido principal Ciudad Turística del Archipiélago su peor temporada de verano en muchos años". El Puerto de la Cruz, desde siempre, ha tenido su gran estación turística en invierno, cuando el frío y el mal tiempo han azotado a los países europeos, de donde procede casi la totalidad del turismo que viene a Canarias en busca del buen tiempo en estas islas. En este año, el cambio climático se ha aliado con la crisis y ni siquiera podemos ofrecer buen tiempo al visitante europeo, que otros años llenaba ya nuestras islas en este comienzo de la primavera. Aunque la lluvia y los vientos no nos han azotado aún, la ausencia de sol y las espesas nubes y calimas están desluciendo nuestros paisajes y nuestras playas en la actual temporada, en la que el verano se adelantaba a la primavera. En abril ya el Puerto de la Cruz recibió un 18 por ciento menos de turistas que en la misma época del año anterior, que ha sido el doble que en el Sur de la isla, mientras la ocupación hotelera en el Puerto no llegó al 57 por ciento, incluida la Semana Santa. Se ocupó un 27 por ciento menos de apartamentos. Y las previsiones son peores. ¿Cómo se sale de esta crisis además de económica, climática? Quizás, como decía aquel entrenador de fútbol, para que ganara su equipo: rezando.