El doctor González Bethencourt, con la precisión y acierto a que nos tiene acostumbrados, publicó el pasado domingo una crónica titulada "Las primeras mujeres parlamentarias canarias", que me indujo a pensar en parlamentarias en las Cortes Nacionales, cuando en realidad se refería a aquellas del Parlamento canario a partir del año 1983, cuando desde el año 1977 ya hubo mujeres parlamentarias canarias pero en las entonces Cortes Constituyentes, de las que surgió la norma que desde hace más de 30 años viene regulando el concierto entre los españoles y con el Régimen que nosotros mismos nos hemos dado. Nos recuerda el doctor Bethencourt la génesis del primer Parlamento elegido democráticamente en nuestra Comunidad canaria, que dio lugar al nombramiento de María Dolores Palliser Díaz como la única representante femenina en un Parlamento de sesenta miembros (y miembras, que diría la ministra Aido), circunstancia que se repitió también en la II Legislatura del cuatrienio 1987-1991. Pero ya antes de esas fechas, como indiqué anteriormente, y a escala nacional, habíamos tenido los tinerfeños mujeres en las Cortes Cons-tituyentes madrileñas, tanto diputadas como senadoras, de las que me interesa resaltar especialmente a Esther Tellado en las Cortes y María Dolores Pelayo como senadora, ambas del partido de Adolfo Suárez Unión de Centro Democrático, UCD, si bien María Dolores, en las legislaciones sucesivas no sólo cambió de partido si no de Organismo, ya que optó por convertirse en diputada del PSOE de Felipe González. El hecho de limitar mi comentario a únicamente estas dos representantes femeninas se debe a que tuve ocasión de asistir a una reunión que en aquellos años constituyentes se celebró en Madrid. En efecto, un buen día me llama por teléfono el gran amigo ya desparecido Adolfo Duque, para invitarme a una reunión que se iba a celebrar, creo recordar, en uno de los locales anejos al Hotel Eurobuilding, muy usado entonces, y algo menos ahora, para reuniones, conferencias y convocatorias de tipo cultural y político. Y allí me presenté a la hora convocada y nos reunimos en una gran mesa algo así como una veintena de personas en torno a nuestras dos flamantes parlamentarias que fueron sometidas a una serie de preguntas de los asistentes acerca de la política a seguir en relación con el desarrollo de nuestras islas dentro del contexto de la España democrática y parlamentaria que acababa de nacer gracias, ante todo, al valor y visión política de Adolfo Suárez, aquel del "¡qué error, qué inmenso error!" del historiador Ricardo de la Cierva, que éste sí que salió errado de la contienda democrática y parlamentaria. La verdad es que mi actitud en dicha reunión fue simplemente como espectador, aunque por lo visto se esperaba de mí algo más que una mera presencia, que agradecí sinceramente, según me dijo al finalizar la misma otro gran caballero que también nos ha abandonado, Francisco Aguilar y Paz, de quien había partido, al parecer, el haberme incluido en la convocatoria. Y creo que los tinerfeños tenemos una deuda pendiente de agradecimiento y reconocimiento con Paco Aguilar, quien, por cierto, fue mi profesor de Filosofía allá por el verano del 39 en la preparación de la primera Reválida del Bachillerato de siete años y con quien sostuve luego durante su larga estancia en la Península y la mía en Madrid, una discontinua pero siempre agradable e instructiva amistad.

José María Segovia (Madrid)