COMO habrán observado nuestros lectores y los "falangistas" del PSOE y el PP, EL DÍA es un periódico plural y abierto a todas las tendencias. Esta actitud nos ha permitido ser el periódico con más lectores del Archipiélago. Es un logro del que nos sentimos orgullosos, si bien no a todos les ocurre lo mismo. Nos causa disgusto la envidia que despertamos. No pensamos nunca que la inquina contra esta Casa llegase a tanto. Otros medios prefieren atacarnos en vez de intentar hacer mejor su trabajo y superarnos. Ese fracaso se lo ocultan a sus propios lectores, naturalmente, pero no se quedan conformes con eso. En su afán por destruirnos, incitan a la Justicia para que abra causas contra nosotros, así como a la Policía y al pueblo.

La animadversión contra nosotros que esos medios han creado en el pueblo merece un comentario más detenido. Nunca -lo repetimos ahora y lo haremos cuantas veces sea necesario- hemos denostado al pueblo de Canaria. Nuestras críticas siempre se han centrado en sus dirigentes políticos, que habitualmente actúan de manera torticera para rapiñar en Tenerife, y también en las otras islas, aquello de lo que carecen en la suya propia. Nadie puede obligarnos a que cantemos las excelencias naturales de una isla que carece de ellas. Mientras no dicten una ley específica que nos lo prohíba, diremos que Canaria carece de atractivos naturales, pese a que esos dirigentes políticos que antes citábamos intentan engañar al mundo entero mediante supercherías.

Los ejemplos abundan. El pasado sábado, tanto la agencia EFE como el diario ABC, cuyas delegaciones deberían estar en Tenerife por ser esta la isla más grande y poblada, informaron de la nevada en Las Palmas. Cada cual es libre de llamar "copiosa nevada" a una simple escarcha que no llega al mediodía, pues se funde con los primeros rayos del sol. Lo cargante es ese empeño continuo de tratar de estar por encima de los demás a costa de lo que sea. Y encima salen algunos canariones en las fotos con vestimenta propia de un frío siberiano. ¡Qué ridículos! Nieve hay en Tenerife y La Palma. Lo de la isla tercera es un poco de rocío que se hiela de madrugada y, como decimos, desaparece apenas sale el sol.

Dejemos los esperpentos y ocupémonos de asuntos serios. Sin embargo, antes de entrar en materia realizamos un apunte más relativo a nuestros "hermanos canariones". Publicamos en nuestra edición de hoy un artículo que nos parece importante de Jesús Manuel de León, titulado "El carnaval y otras figuras del miedo y el acoso". En él ironiza sobre la derrota del adelantado Fernández de Lugo en el barranco de Acentejo, donde la pedrada de un guanche lo dejó desfigurado para toda la vida. Recomendamos su lectura completa, aunque no perdemos la oportunidad para subrayar lo que dice sobre determinados personajes que se señalan a sí mismos "cada vez que hablan del director del periódico EL DÍA, del alcalde de Santa Cruz, del presidente y vicepresidente del Gobierno de Canarias, etcétera. A los adversarios, señoras y señores de la isla de los canes salvajes, no se les vence con alegatos y calumnias". Estamos de acuerdo. Y ahora, definitivamente, a lo serio.

Hemos leído con sumo interés las declaraciones realizadas por Juan Manuel García Ramos, presidente del Partido Nacionalista Canario, en la entrevista publicada por EL DÍA el pasado domingo. Decimos amén a sus pensamientos políticos, salvo por un par de conceptos. Vaya por delante que el profesor García Ramos goza de nuestra más elevada consideración, pues es amigo de esta Casa y forma parte del jurado de los premios Leoncio Rodríguez y Antonio Rumeu de Armas, instituidos por EL DÍA. Dice, y dice bien, que el nacionalismo debe estar unido. Acierta, igualmente, al manifestar que debemos saber gestionar nuestra libertad. En cambio, discrepamos con el presidente del PNC en que la soberanía de Canarias tendría que decidirla el pueblo, no la ONU. No pretendemos quitarle a los canarios la facultad de decidir -vox populi, vox Dei-, pero en este caso no es adecuado un plebiscito sobre este asunto por dos motivos. El primero, porque la soberanía de Canarias, es decir, la existencia del Archipiélago como nación, con bandera y asiento en los foros internacionales, no puede depender de la decisión de nadie; ni siquiera de las Naciones Unidas. Las Islas eran un territorio libre antes de la conquista española, que se produjo mediante el empleo de la fuerza. La fuerza, por lo tanto, es lo único que nos une a España.

Esa ocupación ha supuesto seiscientos años de saqueo de nuestras riquezas y, peor aún, de aculturación y posterior adoctrinamiento de un pueblo noble y acogedor. Los peninsulares han tenido tiempo de sobra para narcotizar al pueblo canario; tiempo suficiente para hacerle creer a nuestras gentes que somos españoles. Es preciso realizar un proceso inverso; un cambio que deshaga el lavado de cerebro al que nos han sometido. Sólo entonces los canarios recuperarán la sonrisa de los hombres libres.

Asegura un proverbio chino que el camino más largo comienza con el primer paso. Ese primer paso para nosotros debe ser la soberanía. Luego queda mucho trecho por delante para que todos los isleños sean capaces de sentirse ciudadanos de un país libre y próspero, y no vasallos de una metrópoli que esquilma nuestras riquezas y suplanta nuestra identidad. Así las cosas, resultaría absurdo someter a la voluntad popular la consecución de nuestro estatus de país, pues casi el cien por cien de la población votaría en contra como consecuencia de esa narcosis inducida por los intereses de los españoles.

En definitiva, España invadió unas Islas que eran libres; lo único que procede es que devuelva lo que usurpó. Esto nos lleva a una segunda discrepancia con García Ramos. ¿A cuenta de qué la cosoberanía de la que habla? Como estrategia y paso previo a la libertad absoluta podemos aceptarlo. Como meta, jamás. Insistimos: no le debemos nada a España. Es la Metrópoli la que nos debe todo lo que ha saqueado. Nos adeuda, especialmente, el gran envenenamiento mental que nos ha provocado durante esos seis siglos, haciéndonos creer que éramos españoles. De la misma forma, no aceptamos nuestra inclusión en un Estado federal por mucho que, según García Ramos, la Constitución española deje abierta la puerta a esa posibilidad. Como canarios no tenemos por qué estar dentro de la Constitución española. En las circunstancias actuales la acatamos por imperativo legal, pero nada más.

Finalmente, cita Juan Manuel García Ramos el caso de Malta como ejemplo de país independiente pese a ser más pequeño que Canarias. También lo son Cabo Verde, las islas Seychelles, Madagascar, Isla Mauricio, Liechtenstein, San Marino y tantos otros. Países dueños de su destino, de sus riquezas, de su cultura, de su tierra, de su cielo y de su mar. ¿Por qué ellos sí y nosotros no?

Respetamos al profesor García Ramos como el hombre de categoría que es. Tan sólo le censuramos su tibieza como nacionalista. No es el momento de teorías, porque no podemos esperar más. El mundo se enfrenta a grandes retos. Sería suicida quedarnos impasibles mientras España, con su ineficaz Gobierno socialista, nos arrastra al abismo al que está cayendo.