HACE MUCHOS años que se detecta que la economía mundial, como juego de competencia global, no funciona correctamente. No de manera satisfactoria para la mayoría. Las reglas de regulación internacional se imponen amañadamente, con embudos evidentes y de una manera en la que el beneficio siempre se acumula en extremos minoritarios y determinados de la sociedad. Algo falla. El capital deja de ser una corriente de intercambio y pasa a unificarse, cada vez más y más, dictando sus propias leyes de explotación o perpetuación.

Nunca ha funcionado en realidad, pero entre todos se fue pariendo lo que se determinó como "lo mejor que teníamos". Es igual que la vejez si se considera su alternativa. El capitalismo liberal o social, con más o menos participación estatal, parecía haber demostrado históricamente que, a pesar de los pesares, era el sistema triunfador y podía proporcionar al mundo un camino "no justo" pero marcado para avanzar.

Desde siempre, lo recuerdo en la Facultad, se estudió con cariño a los contestatarios, a los anti sistema y a los modelos que proponían un nuevo orden económico mundial en el que se intentara conseguir una mayor armonía, crecimiento fundado y posibilidad de desarrollo para los países y zonas pobres. Sobre todo, con una mejor distribución de la riqueza, con la erradicación de la miseria salvaje (responsabilidad ineludible de toda la humanidad) y un compromiso viable con la ecología del planeta. En general, los jóvenes pueden intentar e intentan la utopía y de esos múltiples intentos puede salir una verdad como un castillo o un camino la mar de sencillo. De hecho, la humanidad ha avanzado gracias a muchas, que las fueron, utopías convertidas en verdad indiscutible. Obama, sin ir más lejos, representa por sí solo, una utopía grandiosa que seguramente (si nos atenemos a las estadísticas) se estrellará en sus propias barras.

Los pensadores marxistas y neomarxistas propusieron plasmaciones y sociedades coherentes en el papel que, después de llevadas a la práctica, resultaron en la mayoría de casos -o en todos, según los autores- inviables, empobrecedoras y aún más injustas. "Hacer converger la mano invisible del mercado con la mano visible del Estado, en un espacio donde exista tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario". Peor el remedio que la enfermedad. En cualquier caso, el marxismo vaticinó una gran crisis económica que destapara los cimientos del capitalismo. Un cataclismo de agotamiento que provocaría el levantamiento de las masas. ¡A ver, si en eso van a llevar razón! -avisos y concreciones de huelga general por todo el mundo. La gente está muy cabreada.

En resumen, que seguimos buscando, cada uno a su manera y según Dios (o sus creencias) les dé a entender, un "Nuevo Orden Económico Mundial". Ilumínanos, señor. Nadie está satisfecho con lo que hay, está clarísimo, el llamado capitalismo moderno no es ni medianamente perfecto, pero, dentro de lo que cabe, permite y es más viable que lo que hasta el momento se ha planteado como alternativa. Tratando de mejorarlo, en el campo de las ideas, unos reman pa''un lado y otros pa''otro. Un ejemplo:

En la 39ª edición del Foro Económico Mundial celebrado en la estación alpina suiza de Davos grandes empresarios y dirigentes mundiales -los banqueros esta vez no asistieron porque les iban a dar de palos- se reunieron para reflexionar sobre la recesión que atenaza y amenaza al planeta. Las estrellas fueron el primer ministro chino, Wen Jiabao, y su homólogo ruso, Vladimir Putin, que en discursos parecidos subrayaron la responsabilidad de las finanzas occidentales en la crisis y pidieron más cooperación internacional.

Wen Jiabao abogó por "el establecimiento de un nuevo orden económico mundial justo, ecuánime, sólido y estable" -no pide nada el nota. Mientras que Putin aseguró que todos "estamos en el mismo barco", por lo que pidió la cooperación de los socios mundiales en Europa y Asia, en especial del presidente de los Estados Unidos.

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