OR QUÉ ENERVAN a los canariones las afirmaciones rotundas de EL DÍA, es decir, las nuestras, sobre lo inapropiado del "gran" delante del nombre de la tercera isla? La falsedad de este adjetivo se conocía de antiguo, pero todos en las demás islas del Archipiélago callaban, unas veces por hipocresía y otras por temor. Lo que ha sacado a escena -no nos importa decir que valientemente- nuestro periódico es la evidencia de una gran mentira. Hemos tenido el valor suficiente -ese valor, lo repetimos, que les ha faltado en innumerables ocasiones a los políticos tinerfeños- para decir sin ambages que Canaria no es la primera isla, sino la tercera en cuanto a superficie y la segunda por población y que, además, carece de encantos naturales y atractivos turísticos. Sin embargo, sus dirigentes políticos se empeñan en engañar al mundo, a España y a los propios canarios, con el fin de convertirse en la capital del archipiélago que dividieron en dos provincias en 1927. Dos provincias que hasta ese año eran una sola, con la capital donde debía y debe estar: en la isla más grande y más poblada. Antes de esa división, propiciada por políticos de Las Palmas a quienes no les importaba la unidad de los canarios -esa unidad que tanto necesitamos para lograr nuestra soberanía- sino sus ambiciones personales, en el Archipiélago reinaba la armonía.

Se equivocan ustedes, señores canariones, cuando tachan de indignantes los editoriales y comentarios de EL DÍA. Lo indignante es que, como consecuencia de su afán por dominar a todas las islas, de su ambición desmedida por sobresalir entre todos los demás canarios, empezaron a usar ayer mismo por la tarde -la matraquilla del gran no tiene una historia más longeva que esa fiesta de la rama, que también se han sacado de la nada- una apócope absolutamente falsa. Calificativo de grande, en definitiva, usado hasta el abuso más asqueroso por parte de la Televisión Canaria en aquella época, bastante infausta, en que sus informativos estaban al servicio de Las Palmas. Eran los tiempos de Adán Martín; presidente que barrió para la tercera isla con la intención de hacerse querer donde lo detestaban por tinerfeño. Al final, como cabía esperar, le dieron por donde descargan los camiones; dicho sea con disculpas a los lectores por la ordinariez. Con Paulino Rivero este desmán se ha corregido en buena medida; ahora el reparto de las noticias de los informativos es más ecuánime y atractivo.

¿Son iguales un tinerfeño, un palmero, un conejero y un grancanario? Por supuesto que sí; con ligeras diferencias de idiosincrasia que se dan entre las islas, todos son canarios y todos tienen los mismos derechos, además de una identidad universal. or qué se empeñan entonces los de la tercera isla en ser grancanarios o grandes canarios? ¿Saben los naturales de esa isla, que a la hora de la verdad sólo es una cagada de mosca en un mapa, que están ofendiendo a los demás canarios al insistir en que son grandes?

Pueden decir lo que les plazca contra nosotros, señores políticos canariones. Pueden calumniarnos e injuriarnos -ya nos veremos donde corresponde-, pero jamás podrán quitarnos una razón que nos otorgan la historia, la cartografía y hasta numerosos relatos literarios. Griten ustedes cuanto quieran; la voz serena de la verdad es suficientemente fuerte para ahogar sus palabras. Canaria es sólo Canaria.

Sin embargo, muchísimos de los ataques que recibimos no están fundamentados en la verdad y la razón; sabemos, y lo hemos dicho muchas veces, que son consecuencia de una envidia desmedida por el éxito de EL DÍA: un periódico que ha llegado a ser el más relevante del Archipiélago. Nunca hemos dicho que la tirada de EL DÍA sea mayor que la de este o aquel, sino que es el más leído según el Estudio General de Medios.

Fue en este ambiente cargado de vilezas y descalificaciones, en el cual los perros de la ira babean el sucio rencor de su fracaso, donde se fraguó el maldito, ruin y malintencionado Estatuto de Canarias. Una ley para el Archipiélago que consagra el falaz "gran" en el nombre de Canaria, establece un orden alfabético para denominar a las islas, de forma que Tenerife ocupe el último lugar, y sitúa las siete islas con igual tamaño en el escudo oficial de la comunidad autónoma. Malditos también los políticos tinerfeños que permanecen impasibles ante esta canallada.

Por lo demás, los profesionales que trabajan en esta Casa son limpios de pluma y corporalmente mucho más higiénicos que quienes atacan de forma despiadada a este periódico, a su editor y, en general, a todo el personal que une sus esfuerzos para hacer posible la existencia de EL DÍA. Lo último que hemos debido soportar es la aparición de un personaje de tres al cuatro que descalifica a José Rodríguez con absoluta desvergüenza. ¿Quién sos tú, mentecato? Debería ese fulano primero aprender a escribir y después a respetar. Lo mismo cabe decir de un deleznable profesor de la Universidad de La Laguna. ¿Quién sos tú? Individuos que no han dudado en inducir acciones contra nosotros en el propio Parlamento de Canarias, llevándolo incluso a conculcar la Constitución española. Una Constitución, lo repetimos para que nadie se lleve a engaño, que acatamos por imperativo legal -como debería acatarla la propia Cámara legislativa canaria-, pero que no aceptamos porque nos confiere el estatus de comunidad autónoma, cuando en realidad somos una descarada colonia. Así lo demuestra un artículo de nuestro colaborador Fernando Gracia, que por error no hemos incluido en nuestra edición del pasado domingo, pero que verá la luz el próximo. En definitiva, nos alegramos de contar con colaboradores y personal de plantilla que realizan su trabajo con limpieza y profesionalidad.

No es el caso de una periodista de la isla amarilla que apostilla, con sus insufribles artículos, lo grande que son los grancanarios en comparación con los tinerfeños, pues para ella los habitantes de esta isla son sólo carne de presidio. ¿Sabe esa periodista lo que supone acusar a alguien de un delito que no existe? ¿Es consciente de que está acusando falsamente e incitando a la violencia jurídica con el apremio de que se pongan en marcha determinados mecanismos, al igual que hizo en su día con el Parlamento de Canarias? or qué se refiere ahora al editor de este periódico como Don José, cuando antes utilizaba peyorativamente un diminutivo familiar? José Rodríguez Ramírez nació, creció y se hizo persona en el seno de una familia de periodistas. Poco le afectan a nuestro editor y director los insultos de bisoños y bisoñas junta letras, que únicamente son capaces de llamar la atención con la descalificación de profesionales y empresarios que han triunfado donde ellos han fracasado. or qué no utilizan todos ellos el tiempo en otros asuntos que benefician al Archipiélago y a sus propias empresas? Lejos de esta diligencia profesional, incitan unas veces al Parlamento para que conculque la Constitución y otras, como ahora, al Poder Judicial para que encierre a José Rodríguez. iensan los canariones que el TSJC les pertenece porque tiene su sede en Las Palmas? ¿Amparados en esta circunstancia, intentan influir sobre la Justicia, que es una institución muy respetable e imparcial?

Lo peor es sentir sobre nosotros los efectos de esta vil campaña mediática. Esta semana se celebrará un juicio contra dos periodistas de esta Casa, denunciados por dejar pasar unos ripios sin valor alguno y fueron denunciados por ciertos ecologistas de poca monta, cuya minuta se las redactó un político socialista fracasado. ¿Conocen todos ellos el esfuerzo de estos profesionales por cumplir con su labor? ¿Somos racistas por decir que existe riesgo de contagio con quienes llegan procedentes de países cuyas condiciones sanitarias no son las más adecuadas? ¿Es racista un miembro de una ONG o de las Fuerzas de Seguridad por utilizar guantes y mascarillas?

Da igual cuanto queramos razonar. Como en el asunto del gran, de nada valen nuestros argumentos. No obstante, la realidad es muy distinta a la que pretenden mostrar cuatro godos y una terrorista de la pluma; son ellos con sus sesgadas informaciones y sus viciados artículos quienes crean la xenofobia y el racismo.