ME CUENTAN que los conciertos del Festival de Música de Canarias andan últimamente bastante concurridos. No porque haya aumentado el número de aficionados a las composiciones clásicas, sino porque todo hijo de vecino quiere dejarse ver por el Auditorio ante la parroquia local. Ir a un concierto del Festival proporciona tanto caché como alojarse en cierto hotel de La Gomera cuando toca un fin de semana largo, o ir a esquiar a Andorra por el puente de la Constitución y también en Carnavales, si el miércoles de ceniza no cae muy avanzada la temporada y todavía queda un poco de nieve en las pistas. Llegado el caso, cualquier belillo es capaz de entender de música aunque sólo haya oído en su vida una sonadera de heavy metal. Y también ponerse las tablas para deslizarse ladera abajo. O coger un palo de golf y empezar a tocar pelotas, como ocurrió durante la fugaz visita del ex presidente Clinton.

Esta semana la moda es estar en Fitur. Cualquiera que se precie ha viajado a Madrid con el pretexto de promocionar un turismo que al final ya empieza a resentirse. De momento no tanto como otros sectores económicos, aunque las luces de alarma llevan varias semanas encendidas. Por eso, y porque las empresas, al contrario que los figurones, están para ganar dinero y no para lucir el palmito, tres grandes operadores turísticos españoles no han acudido este año a la mencionada feria. En cambio, los auténticos profesionales y empresarios, los que se juegan mucho durante los próximos meses, no pueden ocultar su preocupación. No entienden, por ejemplo, cómo el vicepresidente del Gobierno de Canarias, José Manuel Soria, habla de bajar los precios para mejorar la competitividad. ¿Todavía más? Thomson, sin ir más lejos, ya ofrece noches de hotel por sólo cinco euros en Fuerteventura. Por su parte, los hoteleros del Puerto de la Cruz están cobrando menos de veinte euros por pensión completa a turistas peninsulares que viajan con el Imserso. Antes recurrían a este tipo de clientes a partir de abril o mayo, cuando declinaba la temporada invernal.

Sobra decir que entrar en una guerra de precios es completamente absurdo en Canarias, esencialmente porque jamás podremos competir con otros destinos que siempre serán más baratos. Algunos de ellos ahí mismo, como es el caso de Marruecos. Lo único que nos salva es que el europeo medio sigue recelando de Túnez o Turquía, por ejemplo, debido a cuestiones de seguridad. Cuando los que hoy ponen bombas caigan en la cuenta de que pueden vivir bastante mejor sirviéndole un whisky al guiri por la tarde, después de rezar en la mezquita por la mañana, en Canarias podemos echar el candado y dedicarnos a otra cosa. Y eso, aunque algunos no quieran creerlo, está más cerca de lo que parece. También la España franquista supo compaginar, llegado el momento, la estricta moral del nacional catolicismo con el bikini y la discoteca.

Lejos de mi intención quitarle un gramo de importancia a la principal feria turística española -y una de las principales del mundo- en tiempos como los actuales, cuando todo esfuerzo es bienvenido. Al contrario: sin duda es este uno de los años más importantes para la Fitur. Acaso por eso sobran más que nunca los exhibicionistas.