el Carnaval se hereda, se contagia, se transmite, se pega... Lo afirmo así porque así lo vivo, porque así lo siento. Hay maestros con mayúsculas, maestros de todos, que nos enseñan a "carnavalear" como Dios manda, me vienen a la cabeza nombres como D. Enrique González o D. Manuel Monzón, pero hoy quisiera hablarles de mis propios "profes" particulares. Cuando hago un boceto para un disfraz tengo una regla de oro: antes de que lo vea nadie se lo enseño a mi madre (que lleva décadas cumpliendo quince años...) y si ella sentencia: "Es carnavalero", entonces sé, con seguridad, que ando por el camino correcto y que merece la pena seguir trabajando en esa idea. Cuando sabe que estamos en época de hacer las letras de la murga, me pregunta con cierto retintín: "¿Y con quién se meten este año?", y de ese modo me recuerda, sin quererlo, que existimos para "meternos con alguien" y decir, por un día, lo que a ella le gustaría decir... que "fulano o mengano son unos sinvergüenzas", eso sí, como lo diría ella, con mucha guasa. Las noches de Carnaval nos vestimos en su casa, son costumbres que nos resistimos a dejar, y antes de salir a la calle nos pasamos por su cuarto para que nos "pase revista". Si le da la risa (cosa que ocurre a menudo) puedes estar seguro que esa noche vamos a triunfar. Si no le gusta, que no cunda el pánico, ella improvisa armada con imperdibles, lápiz de ojos o trabas del pelo una fantasía "más carnavalera". Esa es mi madre. Entiende el Carnaval como nadie, es como si lo llevara dentro de una manera inconsciente, casi instintiva, diría yo. De ella heredé el amor por esta fiesta. Durante mi vida he tenido la suerte de conocer a otros muchos maestros que siguieron contagiándome y enseñándome. Yo soy maestro de profesión así que sé de lo que hablo cuando digo que un buen maestro debe "contagiar" a la vez que educa. De entre todos ellos hoy quiero aprovechar esta oportunidad para hablar de Cotena. A quien no le conozca, tengo que decirle que Bambones, mi murga, es Cotena. ¿Por qué? Nadie lo sabe. Este año lo perdimos, pero todos conservamos dentro algo de él porque es una de esas personas que contagian. Si las cosas fallan, Cotena se ríe y te recuerda que estás en esto por los amigos, muchos y duraderos, no por los éxitos, pocos y efímeros. Si estamos agotados por tantas noche de ensayo, el dirá la tontería perfecta en el momento exacto para sacarte una carcajada. Llegas a casa rendido, pero contándole a todo el mundo: "Si vieras la parida que soltó hoy el Cotena...". Cuando todo va viento en popa, él te pone los pies en el suelo, haciéndote ver que esto no es más que una "murguita" de barrio. Cuando tú pretendes lucirte, presumir o destacar, a él le hace ilusión vender libretos como si fuera un novato. Ese es el Cotena: amistad, humildad, risas, ilusión, alegría, sencillez... y eso es más importante para una murga que unas buenas letras, un montaje musical magnífico o un gran disfraz. Mal que bien, esto es lo que hoy pude escribir sobre mis maestros, los culpables de que un Febrero más siga viviendo el Carnaval. Supongo que usted, mientras lee estas líneas, habrá esbozado una sonrisa recordando a los suyos. Si es así, alcancé mi objetivo.