Que se sepa, la investidura de Clavijo no estuvo patrocinada por ningún parque temático, pero algunos nombres de aves no pararon de revolotear por la Cámara. Del nuevo presidente a Asier Antona o Patricia Hernández, los patos (Clavijo demostró ser lagunero, aunque los quitara de la Catedral), gaviotas (la líder del PSOE fue implacable con el PP en un discurso que agradeció mucho su socio) y las mariposas (Antona las evocó muy poco nervioso) sirvieron para ironizar, criticar o reforzar mensajes. El fenómeno retórico-avícola se dio en una sesión que, eso sí, sirvió al exalcalde para pedirle, rogarle, casi suplicarle a la oposición (sobre todo al PP, Podemos y NC, ya que Curbelo acabó apoyándole para sorpresa de algunos) que le den un margen de maniobra, un tiempo, unos meses si acaso para probar que cumplirá sus compromisos.

El día más importante, hasta ahora, en la vida política de Clavijo fue largo, intenso y hasta espeso por momentos, ya que los debates no resultaron siempre ricos y de ejemplaridad parlamentaria. Por delante le quedan, como recalcó justo al final, 1.461 jornadas para cambiar Canarias para bien.

Desde la mañana a la tarde, con Fernández como único testigo entre los expresidentes y con una hora y tres cuartos para almorzar, su investidura ante seis grupos contó con el mayor número de intervenciones y réplicas desde 1991, pero es el signo de los tiempos. De estos tiempos de pluralidad creciente y debilitamiento del tripartito. No obstante, tantas subidas a la tribuna permitieron a Clavijo soltarse bastante más que el lunes, improvisar y dejar muestras de su capacidad de contrarrestar al oponente con reflejos, ocurrente y fajador, tal y como hizo en años de alcalde, aunque siempre con talante.

Sin duda, y en el intercambio más rico, sus mejores perlas las dejó sin perder mesura ante Román Rodríguez, quien volvió a mostrarse como el orador con más tablas, recursos y capacidad comunicativa. De hecho, el expresidente casi ni leyó, resultando imposible despistarse durante su pasional relato, por mucho que Clavijo lo tildara de abstracto y deslavazado. El nuevo presidente, sin embargo, estuvo lúcido y le dijo a su "compañero nacionalista" que "igual a este chiquito le da por cumplir lo que dice" para pedirle margen. Lo de "compañero" lo puso luego en entredicho Ruano, quien le censuró a Román que sea "viejo", no por edad, sino por ser el único que queda de 2005, "cuando rompió la unidad nacionalista". Como reflejo inconsciente de su mensaje, lamentó la supuesta ausencia vespertina del de NC, pero la Cámara le corrigió y entonces se percató: "¡Ah, que se ha juntado a Podemos!", dijo.

Antes, Román multiplicó los rostros risueños con afirmaciones como que nadie más que él regala besos (a diputadas) y abrazos (a diputados). Y es verdad. Lo dijo para contrarrestar el buen rollo, casi de ensueño, surgido entre Antona (PP) y Clavijo ante tanta insistencia sobre los talantes. La defensa de Román de la gestión pública, su no al "austericidio" sobre el que debate hoy Occidente (aludió a Obama y Tsipras para reproche de Clavijo) o su crítica a la ley del suelo de Aznar como comienzo de los males (corrupción incluida) le llevaron a agotar el tiempo y ser el único al que Darias otorgó un minuto de prórroga: "Qué haré yo para esto", ironizó ante otro carrusel de risas.

Román no tuvo más contenido que Antona, pero sí llegó más. Como dice Clavijo sobre el diagnóstico de los problemas que comparte con el PP (no así las soluciones), ambos compiten bien en profundidad, pero difieren bastante en las formas.

Antona se superó al pedirle a Clavijo que afinen al cuantificar los médicos por habitante o pediatras por niño porque, según sus cifras, las pretensiones del nuevo gobierno harían que suba el desfase. Ante el asentimiento de Navarro, también insistió en que no hacen falta muchas más leyes, sino desarrollar las que hay y mejorar el resultado. Clavijo le censuró que le pidiera eso en una corta intervención en la que le planteó, de golpe, 3 nuevas leyes, entre ellas la electoral, una de las estrellas hasta 2019.

Santana se presentó como la voz del pueblo y fue fiel al relato de Podemos, si bien se le notó aún un poco verde, leyendo continuamente. Curbelo certificó con su voto que su discurso casi pareciera el de un socio y la votación dejó la anécdota de un Gustavo Matos tirando sin querer su silla al decir "sí", como si su inconsciente aún atacara a Clavijo. Como el ya presidente recalcó, igual ese "chiquito" le ha dicho la verdad también a él con tantos compromisos. Se verá en 4 años y hasta puede que lo vean las gaviotas, mariposas y patos.