Estamos entrando en situaciones políticas en este país que dan miedo. Lo que todo el mundo sabía sale ahora a relucir. Todo el mundo sabía de la conexión políticos-empresarios. Todo el mundo sabía cómo se hacían las campañas electorales y hasta el dinero que se quedaba por el camino. Todo el mundo sabía a cambio de qué. Pero nadie lo decía.

Hasta que alguien cantó. O cantó la amante despechada, o la mujer abandonada; o cantó el contable traidor, al que no le subieron el sueldo por su silencio; o cantó la avaricia. Como decía el inolvidable Matt Monroe: "Alguien cantó".

Y están empezando a salir, porque me da que esto es sólo el principio, todas las mierdas ocultas en los armarios, todo el dinero almacenado en Suiza y otros supuestos paraísos (que no lo son tanto) y todo el enriquecimiento ilícito de estos bandidos.

Pero la sorpresa es aún mayor cuando un periódico, "El Mundo", anuncia que el Consejo General del Poder Judicial, el órgano de gobierno de los propios jueces, ha firmado contratos-chapuza (Pedro Pacheco, exalcalde de Jerez está en la cárcel por lo mismo o parecido), según ha denunciado el Tribunal de Cuentas. Y el presidente del CGPJ es el presidente del Tribunal Supremo. ¿A quién castigarán por esos contratos?

Yo no sé si hace falta un borrón y cuenta nueva, una organización adecuada de la Administración para que todo el mundo que trinque se coja al segundo, derogar una maraña de leyes y normas locales, autonómicas, provinciales, estatales, insulares y dictar una sola, para que todo el mundo sepa a qué atenerse. No sé. Pero es preciso hacer algo para que los políticos no sigan trincando, para que los funcionarios cumplan con su trabajo y para que la honestidad impere en la gestión pública.

Muy mal ejemplo está dando España en Europa. La regeneración política en este país no la puede llevar a cabo el PP, que tiene más casos de corrupción que el PSOE, o a partes iguales. Ni los sindicatos, que se han pringado también con mucho dinero. Ni Podemos, esa panda de demagogos que conduciría al país al caos y que beben solamente de la desgracia y de la ladroniza de los demás, a falta de ideas que exponer. Ni los jueces, cuyo órgano de gobierno recibe un fuerte varapalo del Tribunal de Cuentas. ¿Quién, entonces?

Confieso que no lo sé. Yo estoy tan desamparado como ustedes, tan huérfano de moral como ustedes, tan incrédulo como ustedes y tan triste de vivir en un país como éste como seguramente lo están ustedes. Pero no tengo ánimos para exiliarme voluntariamente, entre otras cosas porque aún creo que aquí hay gente que puede y debe iniciar la regeneración política.