Proceden de otras islas o de los municipios de Tenerife más alejados del área metropolitana. No pueden regresar a sus casas tras la finalización de las clases o bien les resulta agotador y demasiado caro hacerlo. Por ello, cientos de alumnos de la Universidad de La Laguna (ULL) optan por buscar un alojamiento cerca de sus centros de estudios. Para hacerlo tienen dos opciones: compartir piso o solicitar plaza en una de las residencias de la ULL. Para la gran mayoría es su primer contacto con la independencia. Unos, los colegiales, lo harán plenamente inmersos en una vida universitaria que va más allá de las clases y los exámenes. Otros, los inquilinos de pisos de alquiler, se estrenarán en esas tareas cotidianas -cocinar, poner una lavadora...- que hasta ese momento probablemente les parecían ajenas.

Un total de 572 estudiantes se alojan este curso en alguno de los colegios mayores de la institución -San Agustín, San Fernando y Santa María- o en la Residencia Universitaria Parque de las Islas (RUPI). El número de los que lo hacen en pisos alquilados es difícil de calcular, pero debe de ser considerable si se tiene en cuenta -como señala Miriam González Afonso, vicerrectora de Alumnado de la ULL- que el arrendamiento de viviendas ha funcionado como "uno de los elementos de desarrollo económico" del municipio de La Laguna.

¿Qué factores inclinan hacia una opción o la otra? Son de diferente índole, pero si uno conversa con algunos estudiantes puede extraer una conclusión general: quienes prefieren el colegio mayor lo hacen porque permite vivir con mayor intensidad la vida universitaria y no desdeñan el valor de la comodidad, y quienes defienden el piso compartido ponen por delante la independencia.

De cualquier manera, existen matices y discrepancias -hay colegiales con habitaciones individuales que sienten su intimidad perfectamente salvaguardada y residentes en piso que han hecho las mejores amistades durante la convivencia-, como también se producen en el aspecto económico, puesto que, aunque los colegios y, sobre todo, la residencia tienen precios muy bajos, algunos piensan que un piso con los gastos compartidos puede resultar más barato.

Acerina, estudiante de Trabajo Social del sur de Tenerife, lo tuvo claro desde el primer momento. Compartir piso ni siquiera se le pasó por cabeza. Lleva tres años en el colegio mayor Santa María y valora de forma especial la comodidad. "No tengo ganas de llegar de clase a las dos y media y tener que ponerme a cocinar. Aquí tienes el almuerzo y la cena", explica. "Estoy encantada. Lo recomiendo", dice.

Aunque su etapa como colegial ya pasó -estuvo seis años en la RUPI, cinco durante la licenciatura de Psicología y otro durante un máster-, Chloe, también del sur de la Isla, asegura que la recordará "toda la vida".

Eligió esta modalidad de alojamiento porque, a su juicio, era más económica y porque quería "vivir la vida universitaria". Y lo hizo. Trabó amistades que todavía conserva, tuvo acceso directo a "todas las actividades que se hacen en la universidad" y disfrutó de la oportunidad de conocer, a través de sus compañeros, cómo es estudiar carreras muy diferentes a la suya.

El encanto que rodea a los colegios mayores también ejerce su atractivo sobre quienes nunca han residido en ellos. "Es una parte que me pierdo", confiesa con cierta tristeza Laura, alumna de Logopedia procedente de Fuerteventura, que coincide con la idea de que en las residencias hay "muchísima vida universitaria". Además, reconoce que las tareas de la casa -"poner lavadoras, recoger, hacer la compra"- le quitan "mucho tiempo".

La costumbre -vive con su hermana y ya estaba habituada a la convivencia con ella- fue determinante a la hora de decidir. Pese a todo, no se arrepiente. "Lo recomiendo: es autonomía y, sobre todo responsabilidad". Cuenta que, para encontrar piso, pasó cuatro días con sus padres en La Laguna. Encontró uno en Barrio Nuevo, relativamente cerca del campus de Guajara.

También Cristina, natural de Gran Canaria y asimismo estudiante de Logopedia, admite que siente cierto arrepentimiento por no haber empezado en una residencia su andadura en la educación superior. Su caso es similar al de Laura, pues llegó a la Isla con su hermana y compartir piso parecía inevitable, entre otras cosas porque, al hacer números, encontraron esta opción más asequible. En los cuatro años que han transcurrido desde entonces ha tenido ocasión de convivir con varias personas, y aunque ha habido problemas con algunas, cree que es aconsejable "compartir con gente desconocida". Recuerda con agrado su convivencia junto a una estudiante erasmus. "Te hablan de los erasmus y piensas en fiesta todos los días, pero para nada es así", señala.

Pablo (Fisioterapia) y Daniel (Económicas), de La Palma, comparten piso y se encuentran totalmente satisfechos con la experiencia. Ambos convienen en que, con un reparto equitativo de los gastos, esta fórmula es más barata, pese a que los colegios mayores y las residencias "están subvencionados", apunta Daniel. "Un piso con un precio adecuado entre dos es la solución más económica", añade. Es cierto que en su caso hay "truco": el piso es de la familia de Daniel , algo relativamente usual entre los palmeros.

La convivencia marcha sobre ruedas. "Con unas mínimas reglas comunes no tiene por qué haber ningún problema". Todas estas consideraciones no evitan, sin embargo, que reconozcan los aspectos positivos de las residencias. "Te cocinan y te limpian", dice Pablo.

Como en tantas otras cosas en la vida, a veces se pueden tener las dos alternativas. Es el caso de Lautaro, que durante la mayor parte de su trayectoria como estudiante de Ingeniería Química residió en el colegio mayor San Agustín, del que llegó a ser director, y ahora se ha decidido a experimentar la vivencia de compartir piso. Defiende que un colegio resulta acogedor tanto a los más sociables como a los que desean más intimidad. "Se amolda a lo que quieres", afirma.

Las amistades y el compañerismo que se fraguan en esos años, las actividades que se organizan -viajes a otras islas o a la Península, excursiones a Siam Park, "paintball"-, la colaboración en la vida en común... Todos estos son alicientes de la vida colegial que Lautaro destaca, pese a que sostiene que en el piso le va "muy bien".

Pese a que pueda pensarse que estas situaciones -estudiantes que empiezan en una residencia y en cursos más avanzados deciden alquilar un piso- son bastante frecuentes, la vicerrectora de Servicios Universitarios, que gestiona los colegios mayores, lo desmiente con datos. "Un 76% de los colegiales son de renovación", dice. Tal vez no sea muy objetiva, pero Rosa María Aguilar tiene claro que "no hay mejor sitio" que las residencias para vivir la Universidad y en la Universidad. "Es un valor añadido. Se crean familias y hay una mayor pertenencia a la ULL".

Chloe

alumna de máster en intervención familiar.

sur de tenerife

Laura

estudiante de logopedia. fuerteventura

Pablo

estudiante de fisioterapia.

la palma