Canarias es una de las comunidades autónomas con menor tasa de muerte cerebrovascular, con 24,78 cosas por cada 100.000 hombres y 19,17 por cada 100.000 mujeres, frente a una tasa nacional de 34,92 en hombres y 26,90 en mujeres, según los últimos datos publicados en 2012.

Asimismo, el archipiélago ha experimentado un descenso de la tasa de incidencia de esta mortalidad entre los años 2003 y 2012, tanto en hombres como en mujeres, ha señalado hoy la consejera de Sanidad, Brígida Mendoza.

Aunque Canarias se encuentra muy por debajo de la media nacional en mortalidad por ictus, es necesario aumentar la eficacia ante este problema y prevenir su aparición, según Mendoza.

Por ello, la Consejería de Sanidad ha elaborado una guía dirigida a los profesionales sanitarios con el objetivo de sintetizar la atención sanitaria a los afectados.

En esta guía se explicita e instaura el "código ictus" como el sistema de alerta que permite la rápida identificación, notificación y traslado de los pacientes con ictus a los servicios de urgencias, basándose en la consideración del ictus como una emergencia, ha dicho Mendoza durante una rueda de prensa.

El ictus es una enfermedad cerebrovascular producida por un trastorno brusco del flujo sanguíneo cerebral que altera de forma transitoria o permanente la función de una determinada región del encéfalo.

Esta patología constituye la causa más importante de invalidez o discapacidad a largo plazo en el adulto, y representa la principal causa de muerte entre las mujeres y la segunda en los varones en España.

Se estima que, a los seis meses de haber sufrido un ictus, el 26,1 % de los pacientes ha fallecido, el 41,5% es independiente y el 32,4 % es dependiente, a lo que se une que entre los supervivientes del ictus el 44 % queda con una dependencia funcional.

Aunque la mortalidad si se tiene en cuenta la edad es mayor en los hombres, el número absoluto de muertes es mayor en las mujeres, dado que el número de ictus aumenta con la edad y las mujeres son más longevas que los hombres.

Esta enfermedad es más frecuente a partir de los 55 años y su riesgo aumenta proporcionalmente con la edad.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que en el año 2050 la población mayor de 65 años representará el 46 % del total y casi la mitad podría sufrir un ictus.

Además de la edad, existen otros factores de riesgo como la hipertensión arterial, las arritmias cardiacas u otras enfermedades del corazón, la diabetes mellitus, la dislipemia, la obesidad, el sedentarismo, el tabaquismo, la alimentación inadecuada y el consumo excesivo de alcohol, entre otros.

En la actualidad, un 30 % de los pacientes con ictus presenta un problema de discapacidad que se manifiesta con parálisis, problemas de equilibrio, trastornos del habla y déficit cognitivos.

De hecho, sólo el 40 % de los enfermos pueden valerse por sí mismos y las personas que han sufrido un ictus presentan un alto riesgo de sufrir otro episodio en los tres meses siguientes.

Los costes directos del ictus representan, en algunos países industrializados, entre el 2 % y el 4 % del gasto sanitario global y cada ictus supone un gasto medio de 4.000 euros durante los tres primeros meses de enfermedad.