Nuestro ilustre jurista, acaba de revelar que un caso exactamente igual al del edificio de Perrault, cuya causa ha sido despachada en primera instancia con condenas severísimas en Tenerife, fue archivado en Las Palmas por la Fiscalía.

Ha dicho que la fiscal, Inmaculada Violán, no guardó la obligatoria unidad de doctrina debida a los defensores públicos -a los jueces, no- y que si la Audiencia o el Constitucional revocaran la sentencia dictada hace unos días, nadie le impediría presentar querellas por prevaricación contra la magistrada del caso, Beatriz Méndez, y contra la propia fiscal Violán. Eligio defiende a dos de los condenados.

Estas manifestaciones, cuya responsabilidad asume el ilustre letrado, que ejerció muchos años como magistrado de carrera y que fue fiscal general del Estado durante una etapa difícil en la historia de España, nos llenan de preocupación. ¿Hay distinto rasero para instruir y juzgar casos similares en Tenerife y en Las Palmas?

Los del no a todo, los que quieren hundir a Tenerife, se han felicitado por la decisión judicial, llena de dureza. Y, además, pretenden a toda costa que se derribe un edificio de Dominique Perrault, uno de los más afamados arquitectos del mundo. Cualquier ciudad estaría orgullosa de contar con un edificio de este genio de la arquitectura.

Aquí, no; aquí, los del no a todo, y algunas sentencias como la que comentamos, quieren derribarlo. A tal respecto, el jurista ha dicho que todo el mundo sabe y comenta que el edificio es legalizable y que sería absurdo tirarlo. Y que va a luchar porque no ocurra así.

Desde hace unos años ha proliferado por esta isla mucha mala hierba. Políticos, algunos de ellos advenedizos, que portan la bandera del no a todo y que no tienen reparos en denunciar lo divino y lo humano, que algo conseguirán. Nos parece intolerable porque así esta isla no va a prosperar jamás, se quedará estancada en el tiempo, mientras la de enfrente, con gente mucho más consciente en todos los estamentos -en todos-, progresa adecuadamente.

Es malo que el poder judicial caiga en esta corriente. Esta sentencia no nos parece justa. Y lo decimos con la libertad de quienes amamos la verdad, como ocurre en los que trabajamos en este periódico, que sabe bastante de reveses judiciales -y también de éxitos-.

Los condenados son personas decentes, que han luchado por su ciudad y lo han demostrado. Los del no a todo se alegran; pero esperemos que su alegría sea efímera. Incluida la del personaje que pedía la dimisión de Zerolo, cuando a Zerolo nadie le había dado vela en este entierro. Los hay mentecatos.