Confieso que, de vez en vez, me gusta bucear en la Red en busca de cosas interesantes. Y siempre lo son las entrevistas del escritor peruano Jaime Bayly, autor de "Los últimos días de La Prensa", entre otras obras de mucho éxito. En una entrevista que le hace al humorista dominicano Julio Sabala, que imita como nadie a Julio Iglesias, a Rafael y a muchos otros famosos, Bayly le dice al cómico: "Lo veo a usted metido a político, por lo bien que se expresa". Y Sabala le responde, con toda naturalidad: "No, no, yo prefiero hacer reír a la gente que hacerla llorar".

No sé si la frase es original del propio Sabala o una cita de antinflas, a quien tanto admira, pero realmente se trata de una respuesta genial que deberían hacer suya todos los que, cómicos o no, se quieran meter a políticos. Que prefieran hacer reír a la gente que hacerla llorar. Sería una estupenda declaración de principios.

Es tal el descreimiento de la gente corriente hacia quienes se dedican a la política que la cosa llega a niveles preocupantes. Y en España, quizá el descrédito agudizado por la crisis, con mucha más pasión. Hacia los políticos y hacia los banqueros que han engañado al pueblo, como ese Blesa que ahora es abucheado por la calle.

No los quiero meter a todos en el mismo saco, porque son muchos los políticos y muchos los banqueros de honestidad probada que se salvan de la quema. Pero en esa crítica a los hombres y mujeres públicos no me refiero solo a la honestidad, que la inmensa mayoría la tiene. Me refiero a las frases vanas, a las declaraciones vacuas, a la palabrería infame, a las promesas incumplidas, al engaño sin pudor, al hablar por hablar, a la falta de criterios racionales en la gestión pública, a la falta de colaboración en los asuntos de Estado. Me refiero a la falta de calidad humana de los servidores públicos, al poco entendimiento entre ellos, a la falta de respeto al pueblo que los eligió.

Y todo lo que digo es común con la actuación política en España, esta vez con pocas excepciones. Estamos inmersos en unos modos de servir a la nación y a las Islas realmente esperpénticos. ¿Es que no hay otros, por desventura?